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capítulo 5 (comentario)

texto: capítulo 5

Lo simple, lo elemental, genera lo complejo, pues es superior a ello.
Lo más sublime es la unidad, la unidad no excluyente. La unidad excluyente es cada cosa del universo, pero la unidad que todo lo concilia es el Amor puro. Muchos, a esta Unidad-Amor, le llamamos ‘Dios’.

La unidad es estática, pero la dualidad siempre es dinámica. La oposición de los dos principios es lo que genera todo movimiento. Los opuestos no se pueden fundir, sólo pueden conjugarse para dar lugar a un movimiento. Pero este movimiento puede ser compulsivo si no existen referencias. Para que los opuestos se conjuguen armoniosamente es necesario un tercer principio que permita la estabilidad dentro del propio movimiento.
El ‘tres’ es el número que contiene la unidad del Amor, la dualidad del movimiento y la armonía entre el movimiento y la estabilidad.

La Trinidad, tal y como la explican las escrituras cristianas, es la Unidad en el Amor (el Padre), la dualidad (mundo-Reino) que genera al Camino (el Cristo) que es impulso al movimiento, y la Armonía cósmica (Espíritu Santo) que funde el Amor con la oposición.
Pero esta idea de Trinidad es sólo una manera de concretar algo que no admite concreción si no es en detrimento de la verdad que encierra. Hay verdades que, sólo con expresarlas, ya se convierten en inexactitud y falsedad.

A partir de tres principios simples, se genera la incontable variedad de lo complejo.
El germen lo contiene todo, pero el fruto sólo es una parte, la expresión de una posibilidad entre infinitas.
El que quiere alejarse del fruto, que siempre es caprichoso, y acercarse al germen, debe abandonar lo complejo y adoptar lo simple. La matriz del universo está cerca de cada cosa, pero el ser humano se ha habituado a identificar lo sublime con lo complejo.

Los verdaderos reyes en el Espíritu se hacen simples, se rebajan y se humillan, pues saben dónde está la matriz de todo lo que existe, pero los reyes de la tierra desechan la Piedra Angular y se entretienen en jugar con las cosas caprichosas como si fueran eternas. Cuando los reyes de la tierra han terminado de destruir su propio reino, se convierten en reyes de nada, que es lo que fueron desde un principio.

texto: capítulo 5

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