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capítulo 18 (comentario)

texto: capítulo 18

El que no se haga como un niño, no entrará en el Reino de los Cielos.
El conocimiento de las cosas es lo que le permite al ser humano alcanzar la sabiduría. El conocimiento es por lo tanto una distancia entre la ignorancia y la sabiduría. En la perfecta sabiduría no existe el conocimiento, pues si existiera, ello significaría que aún habría un camino por recorrer.

La verdadera sabiduría no son unas herramientas que el ser humano ha integrado en su ser, ni es algo que se pueda poseer. La verdadera sabiduría es una ubicación del ser en el cosmos. El sabio no es el que ha atraído hacia sí la sabiduría, sino que es el que ha ido allí donde la sabiduría está. La verdadera sabiduría no es un corsé que da forma al ser desde fuera, sino desde dentro. La verdadera sabiduría es una realidad ontológica.

La naturaleza respeta la autoridad del candor y sin embargo no tiene en ninguna consideración la autoridad de los altos dignatarios sociales.
El candor ocupa un lugar de máximo respeto dentro de la jerarquía espiritual cósmica. Los animales conocen el candor y no se atreven a agredirle. Todas las cosas puras se inclinan ante el candor. Por eso los seres humanos más instruidos no lo conocen.

El niño abre los ojos al mundo en el candor, y luego un sistema cultural elaborado, y separado por lo tanto del Origen, le obliga a renunciar al candor para poder asemejarse al resto de los seres humanos de su entorno e integrarse en la sociedad que, a cambio de su renuncia, le permitirá vivir. El Camino de la sabiduría consiste en la renuncia al acomodo social y en la recuperación del candor perdido.

El Reino de los Cielos no es el resultado de una elaboración cultural, sino que está situado en el centro del Origen cósmico, donde está la máxima autoridad del universo, donde el candor se ha deshecho de los conocimientos humanos y todo ha sido iluminado por la verdadera sabiduría. Esto es, el conocimiento divino ha impregnado la tierra.
El que no se haga como un niño, no entrará en el Reino de los Cielos.

texto: capítulo 18

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