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capítulo 34 (comentario)

texto: capítulo 34

Cambiar la apariencia de las cosas es crear una tensión que el tiempo siempre resuelve. El falso guerrero cree que, por el hecho de violentar las formas y generar otra apariencia más acorde con sus expectativas personales, ya ha conseguido una victoria. Pero se engaña; la forma de las cosas posee una elasticidad como recurso de adaptación al medio, pero la realidad interior devuelve siempre la forma original, porque las formas son sólo reflejos de la realidad, no son la realidad misma.
El auténtico guerrero del espíritu no violenta nada, sino que hace valer las armas de su propia realidad interior, que no transforma la apariencia de las cosas, sino que las transforma en su propia raíz.

Cuanto menos se violente la manifestación de las cosas, más posibilidad existe de llegar a conocerlas, y cuanto más se les conozca, con más eficacia se las puede transformar. Por eso es mejor observar que hablar, es mejor ser huésped humilde que anfitrión, porque el anfitrión debe mostrar sus recursos, y así los desgasta, pero el huésped sólo muestra docilidad, observa, conoce, y así se fortalece. Avanzar significa violentar, deformar, y perder la visión objetiva de la realidad. Sin embargo cuando el guerrero retrocede gana terreno, porque así abre delante de sí un espacio de territorio conocido y además permite que las cosas se manifiesten libremente y transparenten la realidad escondida tras las formas aparentes.

La fe, la convicción interior, la seguridad del guerrero en sí mismo, no es compatible con la imposición. Sólo se aventura a imponer aquél que necesita observar un cambio exterior para poder cerciorarse de sus convicciones; entonces es que tal convencimiento no existe en verdad. Sin embargo, el guerrero que actúa desde la fe, no se inquieta demasiado por las formas aparentes, ni siquiera por la realidad que esconden, sino que penetra con su conciencia la realidad que quiere cambiar, y no la transforma con violencia, sino por la autoridad de su verdad interior. El hombre que no quiere dejarse engañar por las formas siempre tiembla, todo lo revisa, se enfrenta al combate con el corazón compungido, y nunca grita victoria antes de tiempo.

texto: capítulo 34

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