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capítulo 35 (comentario)

texto: capítulo 35

Los hombres que acercan al mundo la Verdad del Cielo nunca se apropian de sus propias palabras ni de sus actos, sino que se definen a sí mismos como vehículos entre lo eterno y lo finito. El que habla y actúa por sí mismo no puede decir ni hacer nada que esté por encima de él, y, siendo él imperfecto y limitado, jamás podrá hablar de la Verdad que es más grande que él.
El mundo engaña al ser humano haciéndole creer que tiene verdadero poder sobre las cosas mediante las ideas, la inteligencia y las estrategias, pero con esas herramientas el hombre sólo alcanza transformar la apariencia de las cosas. El tiempo deshace todas las formas postizas y a todo le devuelve la apariencia que se corresponde con su auténtica realidad, la realidad que las ideas, inteligencia y estrategias no alcanzan a comprender ni a transformar.
El hombre que se cree hábil e inteligente piensa que todo lo hace por sí mismo. La sensación de poder con la que el mundo engaña es el señuelo que lleva a los seres humanos a darle la espalda al Origen y le incapacita para escuchar y comprender las palabras que hablan de lo eterno.
Aquellos que no ostentan poder alguno, sino que caminan por la vida como vestidos con harapos, los que no han sido atrapados por la artificialidad de la cultura, sólo ésos son capaces de vibrar con todo aquello que procede del Origen.

texto: capítulo 35

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