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capítulo 37 (comentario)

texto: capítulo 37

El pueblo no conoce el Camino, sino que busca un territorio seguro donde acampar e instalarse para desahogar sus instintos, para emparejarse y enriquecerse. Cuando no hay Camino el hombre mira al horizonte y se pregunta qué es lo que esconde, observa las fronteras de su territorio y siempre le parecen demasiado limitadas, por eso, si el pueblo es dejado en libertad, se convierte en un peligro. Se hacen necesarias fronteras firmes. No las fronteras construidas por los hombres, con piedras y alambradas, ni las que ofrece la naturaleza, como son las montañas y los mares, sino las fronteras infranqueables que construye el corazón: El miedo.

La sabiduría del sabio no tiene razón de ser si no es para aplicarla a los demás, por eso se preocupa de los seres humanos y de los pueblos, e intenta protegerlos y encaminarlos. El sabio pone el miedo donde está el peligro y no lo utiliza para hacer valer su poder. Si el sabio mirara por sí mismo y por su propia gloria, utilizaría el miedo para obtener privilegios, para recibir honores, para sentir la satisfacción de observar cómo los pueblos se le someten. Pero el verdadero sabio no mira por sí mismo sino que se ocupa de la protección de los demás a la espera de que los hombres alcancen a divisar el Camino, abandonen el valle de la seguridad y se adhieran al Cristo.

texto: capítulo 37

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