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capítulo 39 (comentario)

texto: capítulo 39

Existen circunstancias en las que el hombre puede sentir pavor por la muerte de su cuerpo, y circunstancias en las que no. E incluso pueda llegar a desearla. El miedo por la muerte del cuerpo obedece a un instinto natural de conservación, pero no llega a lo más hondo del corazón del ser humano. Sin embargo la muerte del espíritu es absolutamente insoportable para cualquier individuo sea cuales fueran sus circunstancias. Porque la muerte del espíritu es terror en sí misma, y no depende de la manera como los hombres la quieran sentir: alcanza lo más hondo del ser.

Los hombres buscan el Camino de la Vida cuando han visto de cerca la muerte, cuando la vida les ha llevado a tocar fondo y han alcanzado a sentir la sensación más profunda de abandono, desamor, y cuando la propia existencia ha perdido totalmente su sentido, y aún así, es imposible evitar el hecho de seguir existiendo. Por eso, muchas palabras de los hombres verdaderamente sabios que han iluminado el Camino de la Vida pasan desapercibidas para aquellos que aún creen que la vida surge de la nada, para asomarse al capricho de las formas y los placeres, y para volver nuevamente a la nada.

Cuando los hombres se desvían y traspasan los límites de la justicia, entonces se han de enfrentar necesariamente con las consecuencias de sus actos. El espíritu experimenta el sabor de la muerte, y esto puede ser una advertencia que posibilite la conversión y les señale el Camino de la Justicia. Pero ningún hombre tiene derecho a obligarle a otro a experimentar el sufrimiento, el dolor y la muerte bajo ningún concepto. El que, creyéndose dueño, se arroga este poder, acabará por sumergirse él mismo allá donde quiso hundir a su prójimo. El inconsciente saldrá de la muerte, ¿podrá salir el arrogante?

texto: capítulo 39

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