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capítulo 53 (comentario)

texto: capítulo 53

La posesión es un recurso del mundo cuya única intención es la de mantener juntas dos cosas que en realidad deberían estar separadas. En el espíritu, las cosas no se poseen, sino que acercan cuando existe entre ellas un verdadero vínculo esencial. Por eso, el que conoce la manera de hacer del Cielo no pretende poseer nada, sino que deja todo en libertad, y acoge lo que se le acerca y deja marchar aquello que se aleja, porque cuando dos cosas entre las que no existe verdadero vínculo pretenden actuar conjuntamente nunca podrán dar verdadero fruto, y todo vínculo forzado siempre acaba por romperse.

Cuando el ser humano imagina que su obra es fruto de su propio valer, reclama su poder sobre ella, la retiene para su provecho personal y así la pierde. Todo lo que había construido se vuelve a deshacer. Pero cuando el ser humano toma conciencia de que ninguna obra valiosa es propiedad suya sino que todo debe estar a disposición del Origen, entonces no reclama ningún derecho de propiedad, sino que la culmina y la libera al mismo tiempo. Pues el Origen es lo único que puede acercar y alejar las cosas conforme a cada naturaleza y en la situación de su máxima eficacia dentro del cosmos.

Cuando dos cosas están juntas por su propia esencia y las leyes de propiedad del mundo las separa, el Cielo siempre vuelve a unirlas. Los falsos vínculos creados por los hombres utilizan la fuerza, y todo lo que está en tensión se desgasta y se rompe. Por eso el sabio no se preocupa de que le quiten lo que el Cielo le ha concedido. De esta manera, cuando recupera lo perdido, demuestra al mundo la supremacía de la verdadera sabiduría y demuestra en la práctica el valor de sus enseñanzas. El que vive cegado por la materia sólo puede creerlo, pero el que vive en el Espíritu lo ve con sus propios ojos.

texto: capítulo 53

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