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capítulo 61 (comentario)

texto: capítulo 61

Cuando el pueblo avanza limpiamente por el camino del progreso, el mejor gobernante es aquél que se oculta y evita todo protagonismo. Desde su puesto observa para prevenir cualquier desvío, pero no se hace presente ostentando su poder sino que ayuda sin ser visto dejando que el propio pueblo asuma todo el protagonismo. Cuando las obras culminan, el pueblo las hace suyas, fruto de su propio esfuerzo, y el gobernante se alegra inmensamente con su pueblo, porque se ha alcanzado algo bueno para todos.

Cuando el pueblo avanza por el camino erróneo, el buen dirigente hace acto de presencia. No para realizar una exhibición de poder, ni para enderezar con mano dura, sino para ofrecer una luz que pueda desenmascarar los errores e iluminar el sendero correcto del progreso. Porque lo importante no es que el pueblo siga a disgusto las normas de la justicia, sino que las vea, las asuma como propias, y avance convencido de lo que hace. Nunca por la imposición, siempre por el propio convencimiento.

En el mundo, cuando el pueblo progresa, inmediatamente los dirigentes se exhiben y hablan de los méritos de su gobierno que ha sabido conducir a las gentes hacia la prosperidad. Pero, cuando el pueblo se estanca, los dirigentes se esconden, y justifican sus despropósitos culpando al propio pueblo y a todos sus oponentes. Intentan corregir los errores con leyes impositivas muy lejanas al verdadero sentir del pueblo y de esta manera se ganan su desprecio. Entonces el estado va camino del desastre.

texto: capítulo 61

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