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capítulo 73 (comentario)

texto: capítulo 73

Los árboles no hacen nada, y sin embargo crecen, florecen y se multiplican para beneficio de todos. Los ríos no hacen nada, y sin embargo fluyen desde la montaña hasta el valle haciendo brotar la vegetación. La tierra no hace nada, y sin embargo gira sobre sí misma, trayendo el amanecer sobre unos y el anochecer sobre otros. Y así, todas las cosas que obedecen a la naturaleza, no hacen nada, y todo lo hacen bien.

Si el árbol pretendiera decidir a voluntad el tiempo de crecer y el de dar fruto, entonces ya no sería útil para todos, sino que podría beneficiar a unos en perjuicio de otros. Si los ríos pudieran decidir a voluntar el camino a trazar, dejarían morir cosechas enteras para inundar tierras que no son de regadío. Si el planeta tierra pudiera decidir a voluntad dónde llevar el día y dónde la noche, nada sobre ella se podría desarrollar ni culminar.

La inteligencia del ser humano es expresión material de un espíritu superior, más cercano al Origen. La inteligencia es la capacidad para comprender más allá de las leyes materiales y así poder adentrarse en el sentido profundo de las cosas. La inteligencia es la herramienta de la que el hombre dispone para llegar a obedecer a su propio Origen, sin necesidad de someterse a las leyes materiales a las que todas las cosas obedecen.

Pero cuando la inteligencia se ensoberbece, entonces pretende conducirlo todo según su propia conveniencia. Es el símil del árbol que da fruto a capricho, del río que escoge y cambia el recorrido de su lecho según criterios arbitrarios, o de la tierra que gira o no gira, según quiera beneficiar a unos para perjudicar a otros. Al final nadie resulta beneficiado, porque la arbitrariedad del capricho a todos perjudica, todo lo destruye.

El mundo se conduce movido por fuerzas espirituales que están muy por encima del ser humano, y a las que éste no tiene acceso. El ser humano puede manipular la expresión material, pero no el sentido de las cosas, puede forzar la apariencia de lo que está fuera pero no el impulso espiritual que lleva a las cosas a manifestarse según esa apariencia. Por eso, todo intento de reconducir la naturaleza significa destrucción y devastación.

Los que utilizan su inteligencia para acercarse al Origen, ésos no tienen que hacer nada sino permitir que el Origen se exprese a través de ellos, hasta la culminación de la naturaleza y de todo el universo en la plenitud de la Vida. Los que utilizan la inteligencia para hacer valer la arbitrariedad del capricho, ésos se están excluyendo a sí mismos del Orden natural y universal. Se rebelan contra su propia razón de ser.

O se obedece al Origen, o se obedece al capricho, todo lo que queda en medio acaba por decantarse en un sentido u otro cuando llega la hora del conflicto y ya no es posible contemporizar con todo. Por eso Jesucristo dijo: “El que no está conmigo está contra mí.” Sin embargo, el río se crece cuando encuentra un obstáculo, y las circunstancias adversas fortalecen lo que es débil. Todo, incluso el sin-sentido, tiene un sentido.

texto: capítulo 73

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