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introducción

Dios trazó el Camino de salvación a partir de la fe de Abraham, a través del pueblo judío, y la culminó en su Hijo Jesucristo.
Los profetas hablaron del Cristo, mas no sólo ellos. Según relata la Biblia, de oriente llegaron “magos” que, al observar la estrella, supieron que algo extraordinariamente importante iba a suceder. Y llegaron hasta la casa del Jesús niño.

La salvación viene de los judíos, porque de aquel pueblo nació Jesucristo, pero el “Principio de la Unidad Absoluta” ha estado presente continuamente en todas las formas de espiritualidad, incluso en aquellas consideradas ateas (como el caso del budismo). Porque la palabra “Dios” representa muchas cosas distintas.
Muchos hablan de Dios, pero hablan de algo que no existe.
Otros niegan a Dios y, no obstante, sin saberlo creen en Él.

Lao Zi (s. VI a. J.C.), “El Viejo Maestro”, es el supuesto autor del Dao de jing: “El Libro de la Vida y de la Virtud”, y es considerado como el padre el taoísmo. La palabra china "Dao" (que se pronuncia y a veces se escribe "tao") significa "Camino". Y Cristo dijo: "Yo soy el Camino..."
Yo me he permitido realizar una traducción abierta de este libro, intentando resaltar de él lo que tiene de eterno, aquello en donde se respira la misma inquietud actual por la renovación, el renacimiento de la autenticidad del ser humano, y la caída de esquemas petrificados que no dan ya vida, sino que oprimen y matan el espíritu del hombre que busca el «Camino hacia la Eternidad».

(He realizado una lectura libre del texto original chino, apoyándome fundamentalmente en la traducción de Juan Ignacio Preciado, publicada en la Editorial Alfaguara.)

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