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capítulo 64

comentario: capítulo 64

No intento conocer la realidad
observándola y estudiándola.
Si lo que yo veo existe realmente
o si es sólo fantasía de mi mente,
¿cuál es en verdad la diferencia?
Sólo ésta: Que yo me lo quiera creer.

Si lo que observo existe para bien
o si ha de ser algo destructivo,
¿cómo va mi mirada a discernirlo?
Lo que a la gente le atemoriza,
¿debe también atemorizarme a mí?
¡Qué poca consistencia sería la mía!

Hoy la gente se olvidó del miedo
y celebra una fiesta con gran júbilo.
Yo no tengo miedos que olvidar,
por eso no tengo júbilo que celebrar.
Como un bebé que mira sin sonreír,
observo su irrealidad en solitario.

Los hombres hacen crecer la necesidad
para poder tener cada vez más cosas.
Yo lucho por aminorar mis necesidades
para poder prescindir de lo que tengo.
La gente me mira extrañada, y dice:
¡Pobre estúpido, qué confundido está!

En el mundo, los hombres brillan,
y su luz es justamente mi oscuridad.
Cuando más agudos e ingeniosos son,
más necesito de la soledad del silencio.
Indelimitable, como el blando océano,
impredecible, como la ráfaga de viento.

Cuando los miedos y los júbilos acaban,
todos ellos van a descansar a sus tumbas,
sólo yo me obstino en quedar fuera.
Pero no soy yo, que busque ser diferente,
es la Luz que ilumina mi interior.
Me lo dice la Madre que me alimenta.

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