EL ACANTILADO Y LA CRUZ

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Todas las cosas premeditadas, a la larga acaban desgastándose y muriendo. Lo único que puede dar un fruto que permanece, que no se desgasta sino que crece, es la acción espontánea que sale del corazón del hombre lleno del Amor de Dios.
Cuando el hombre actúa desde la autenticidad más profunda de su ser, la fuerza de sus actos tiene la máxima eficacia.
 
Por otro lado, no hay nada en este mundo que sea inútil. La madera no es luminosa, pero con fuego y sin madera nunca se podría encender una hoguera. Así mismo, nuestros errores no son motivo de regocijo y, sin embargo, son el combustible del Fuego del Espíritu Santo.
Por eso, tampoco debe desconcertarnos demasiado este mundo ajeno a los verdaderos valores eternos: Este mundo materialista a la larga es el que permitirá que la Luz de Dios brille con toda su fuerza, con todo su resplandor. Pero sin olvidar nunca que somos nosotros los responsables de encender esa "Hoguera Santa" con el Fuego de nuestros corazones llenos del Amor de Dios.