KYRIE ELEISON

     

crisis irreversible

03

   

 

     

Pentecostés


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  Cristo, al cumplir plenamente la ley, la arrancó de los libros y la situó en el propio ser, de manera que posibilitó el hecho de que dejara de ser una imposición y pasara a ser una expresión espontánea del propio sentir del hombre.
No la abolió, al contrario, descubrió su esencia y su razón de ser: La verdadera Ley, tras la resurrección de Cristo y especialmente en el acontecimiento de Pentecostés, ya no es algo que entra en el hombre desde afuera levantando muros y barreras en su corazón, limitando su libertad, sino que la Ley ahora se deshace en el Amor, porque la voluntad divina y la inclinación interior del hombre tienden a encontrarse y a fundirse en una sola cosa. Entonces el hombre, actuando en absoluta libertad, en todo cumple la Ley. La cumple más allá de las consideraciones de los libros sagrados, más allá del limitado marco de su expresión humana.

¿Es posible que el hombre pueda sentir, pensar y actuar como Dios mismo?
El hombre no siente ni actúa ni se expresa como Dios, sino que es Dios mismo el que hace morada en el interior del hombre, y Dios mismo el que siente, piensa y actúa a través del hombre.
Éste es el sentido del Espíritu Santo, que impregna al ser humano que le abre su corazón, que le permite gozar de la Paz de Cristo, y que le impulsa a emprender, con su propia vida, una obra siempre nueva de salvación por medio del Amor. No por medio de la ley, que es imposición, sino por medio del Amor, que es entrega.
Los libros sagrados son importantes para señalar el Camino. Mas una vez que el hombre ha experimentado la presencia de Dios dentro de sí, ya los libros habrán cumplido su misión, y la Palabra divina brota de su interior con más precisión y Verdad que en los propios libros, aunque la mayoría de las veces esa Verdad no pueda ser articulada con palabras humanas.

El Paráclito, el Espíritu de la Verdad, habla en el silencio interior del hombre y le recuerda todo lo que Cristo dijo, lo que está recogido en los libros y también lo que no está recogido en ellos. No se contradice porque no da información que pueda ser racionalizada a la manera humana. El Espíritu de la Verdad habla con la propia Luz divina, y entonces el hombre es capaz de ver. La sabiduría del hombre lleno del Espíritu Santo no se fundamenta en lo que otros hombres le dijeron ni en cómo le instruyeron, sino que él mismo conoce la Verdad porque la Luz le muestra las cosas tal y como son, desde la perspectiva del Amor, que es Dios mismo.
Éste es el Reino que Cristo anunció continuamente: La comunión perfecta que existe entre todos los hombres que, llenos del mismo Espíritu, ven las cosas de igual manera y están juntos aunque no se conozcan, y forman una unidad aunque aparentemente pudieran parecer en desacuerdo.
El Reino del Amor trasciende de todo lo humano, no es ostensible, se descubre en el interior profundo del corazón, y el hombre que ha entrado en este Reino lo sabe, tiene conciencia de ello, aunque no tenga palabras para expresarlo.


Howndev
 
     

14/05/2005