KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU

   

 

      E

libro 2 - capítulo 18


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  Cuando un orden material alcanza la coherencia, intenta conservarla a todo trance, pues es garantía de su permanencia en el ser. Entonces el espacio generado en ese orden se vuelve uniforme: esto es, esférico, y el tiempo cíclico: después de lo posterior vuelve lo anterior, y así sucesivamente. El ente que pertenezca a este orden se defragmenta en la observación de sí mismo, y se reidentifica en el conocimiento del orden. Así mantiene la estabilidad sin dejar de ser. No busca la fusión con otros órdenes ni permite la fisión del suyo propio.
De esta misma forma, cuando el hombre ha fabricado en su mente un sistema de conceptos coherente que le da seguridad y aleja lo imprevisto, se aísla de cualquier idea que pueda desestabilizarle. Y en tanto que las cosas ocurren de manera previsible o, al menos, explicable lógicamente, el hombre piensa que está en la verdad.
Pero si bien la Verdad es coherente en su última esencia, no todo lo que es coherente es verdad. Es más, lo que cierra su coherencia en lo cercano, excluye esa parte de sí mismo que está fuera de su orden, y aferrándose a su seguridad ante el “no ser”, rechaza su plenitud en el “ser”.
Pero así como los órdenes materiales cambian, se reestructuran, explosionan o se dispersan, así también toda concepción lógica basada en la coherencia, termina por sucumbir y dejar paso a otra que, pareciendo más verdadera por el hecho de ser nueva, no es sino otra posibilidad más de ordenar conceptos.
La coherencia es verosímil a corta distancia, pero la Verdad siempre estará más allá.