KYRIE ELEISON

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fuera de la ley

03

   

sobre dioses y frustraciones

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Es natural en el ser humano la proyección de sus propios anhelos y frustraciones en la figura de la divinidad.
Así, el pueblo de Israel proyectaba en Yahvé su belicismo y hablaba del Dios de las venganzas, que aplastaba a sus enemigos. Yahvé, un Dios justiciero, celoso, indagador, era la pura imagen de un pueblo farisaico, que ponía la ley por encima del Amor.
De otra forma, aparentemente incomparable pero realmente muy paralela, los pueblos paganos proyectaban en sus dioses todos sus afanes humanos, y situaban en el olimpo las luchas que ellos mismos no eran capaces de librar.
La mitología, lejos de ser una simple fantasía, es la expresión más elevada de las aspiraciones de un pueblo proyectada al ámbito de lo espiritual.

Los tiempos cambian y los objetos toman otros nombres, pero el ser humano esencialmente sigue haciendo uso de los mismos recursos, aunque muchas veces se diga que, en su evolución, ha superado fantasías del pasado.
El cristo (lo pongo con minúscula para diferenciarlo del verdadero Cristo) inventado por nuestra sociedad occidental es el reflejo de las propias suficiencias y deficiencias de la cultura de nuestro tiempo.
En una sociedad competitiva e individualista, la figura de la divinidad se concibe impregnada de estas mismas características: Un cristo competitivo y acaparador, incapaz de reconocer los valores de otras culturas, de otras formas de espiritualidad. Un cristo que condena arbitrariamente todo lo que no se ajusta milimétricamente a alguno de los versículos bíblicos.

El Cristo que habla del Amor, del perdón sin medida, de dar la vida, de deshacerse de uno mismo para poder volcarse en el servicio al prójimo, ese Cristo francamente no está bien visto. Las palabras de ese Cristo pasan controles muy rigurosos: No conviene que los cristianos “amen” demasiado a aquellos que pertenecen a otra cultura, incluso a otra iglesia cristiana. No conviene que sepan apreciar valores que no sean los que se les enseña dentro de la propia comunidad.
Todos los grandes valores del Islam han sido reducidos por nuestros pastores “cristianos” a puro fanatismo e incultura, hasta el punto que un occidental a menudo piensa que un musulmán creyente ha de ser necesariamente un estúpido. Y esto sin contar la barbaridad de proclamar que todas las formas de espiritualidad que no sean la estrictamente cristiana, provienen del maligno.
Sin embargo aquel “Elí” al que Cristo invocaba en la cruz es el mismo “Alá” al que los musulmanes invocan. Y puestos a recalcar posturas fanáticas, ¿acaso se ha visto alguna vez entre los musulmanes la crueldad de las luchas fraticidas que se observan entre cristianos?