KYRIE ELEISON

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fuera de la ley

08

   

sobre la esfera. el cosmos y la caradura

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La capacidad para reducir el cosmos a una esfera limitada y mínimamente coherente es algo absolutamente necesario para poder sobrevivir.
Si, mientras nos comemos un bocadillo, estamos observando a ese hombre al que le están amputando las manos (o lo que sea...) nada más que para torturarlo, no podríamos tragar ese bocadillo. Y sin comer, no podríamos vivir.
Si cuando nos recostamos a dormitar estamos mirando a esa niña que está siendo violada y que sufre de una manera tan atroz que no alcanzamos ni a imaginar, no podríamos dormitar ni mucho menos dormir. Y, sin dormir, tampoco podríamos vivir.
Tenemos que vivir para poder luchar, y vivir muchas veces es entornar los ojos, insensibilizarse temporalmente, es, como dije, reducir el cosmos a una pequeña esfera limitada y mínimamente coherente donde estemos protegidos para crecer y fortalecernos.

Lo malo es cuando delegamos en Dios todo este caos mundial y nosotros, entresacando versículos bíblicos, ideando interpretaciones astutas, enlazando y vinculando “sentencias sagradas”, nos formamos con acero, remaches, candados y mucha hipocresía, esa esfera que nos permite vivir sin otras responsabilidades que encenderle cirios a la virgen de aquí o de allá, entonar cantos y salmos con prodigalidad de gestos histriónicos, o buscarle un lugar honorífico y confortable a la imagen del cristo (con minúsculas) que hemos colgado en la pared de nuestra ermita.
Y esto, tanto refiriéndonos al entorno católico como asomándonos al mundo del cristianismo evangélico, donde sobreabundan cantos de alabanza más dentro del folklore que de la espiritualidad, y demasiadas predicaciones verborreicas. Sin ánimo de juzgar, porque de seguro que cometería graves injusticias, ¿cuántos de estos cantos evangélicos son entonados por un sin fin de gandules egoístas, que dicen que la fe les salvará, pero que no hacen nada por su prójimo y encima no tienen ni la más remota idea del verdadero significado de la palabra “fe”?

¿Soy negativo? ¿destructivo? ¡no! Sólo existe una manera de vencer al Mal: Encender una luz, señalarlo con el índice y decir con furia:
¡MIRADLO, ÉSE ES! ¡NO OS DEJÉIS ENGAÑAR POR ÉL!

El mundo necesita de nosotros, de nuestro testimonio de Amor, de nuestra entrega incondicional.
Esos políticos corruptos, ¿de quién es la responsabilidad de denunciarlos? Sí, hay quien cautelosamente se permite alguna crítica, pero no se trata de esa denuncia cariñosa, ese pellizquito en la nariz entre severo y transigente, sino una denuncia con agallas. ¿Dónde están esas agallas dentro de las iglesias? ¡Qué vergüenza!
Esos jerarcas que ocupan los primeros puestos en la iglesias, sentados en divanes lujosamente tapizados ¿de quién es la responsabilidad de sentarlos en un banco de madera sin respaldo?
Esa inmensa-inmensa-inmensa cantidad de hombres buenos, ansiosos por encontrar un ideal noble por el que luchar, ¿por qué tienen que tragarse el misterio de la inmaculada concepción, el de la infalibilidad del papa, el de la conveniencia a la obediencia irracional a las jerarquías, de las prerrogativas “mágicas” de muchos aspectos del sacerdocio, el del invento de la transubstanciación, etc. etc.?
La Eucaristía, sublime expresión de toda espiritualidad cristiana, reducida a un rito mágico... ¿De esta manera vamos a ofrecerle al mundo un ideal limpio, nítido, luminoso por el que luchar?