KYRIE ELEISON

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fuera de la ley

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sobre el eclipse del sentido de Dios

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Durante siglos, todas las iglesias cristianas, y muy especialmente la iglesia católica, han dado un falso testimonio de lo que es verdadero cristianismo.
Dictando leyes, sometiendo al pueblo, extendiendo temor y terror, predicando la existencia de un dios justiciero.
La inmensa mayoría de sus ministros, muy lejos de la verdadera pobreza y humildad, obligaban al pueblo a ser reverenciados, se subían a las tarimas a predicar infundiendo pánico entre los fieles. Vivían como holgazanes disfrutando de privilegios absolutamente opuestos al mensaje de Cristo.
Cuando Lutero intentó acercar al pueblo al Dios-Amor y purificar el mensaje cristiano, le excluyeron haciendo alarde de la máxima prepotencia. Lutero tampoco dio con su vida testimonio de su predicación. Los verdaderos profetas mueren a manos de su propio pueblo, no levantan pueblos paralelos ni escinden familias, sino que dan la vida por la unidad si fuera necesario.
Las disputas se sucedieron a lo largo de la historia. Ciegos y sordos, regentes máximos de las iglesias, declararon un cisma entre oriente y occidente por asuntos que ninguno de ellos era capaz ni de comprender. Soberbia y prepotencia. Pretensión de saber lo que no se sabe, de tener el poder de Dios para aplastar al que se insubordina.

Ahora nos sorprendemos de que en nuestra civilización exista un rechazo visceral por todo lo relacionado con la palabra “Dios”. Se acusa a Marx y a muchos filósofos cuando en realidad la causa principal del ateísmo occidental es la propia iglesia.
Primero que las iglesias vendan todo lo que tienen (y que incluso les sobra), lo den a los pobres y sigan a Cristo, luego que se reconcilien todas ellas unas con otras.
“Buscad el Reino y su Justicia...” Que cesen las polémicas sobre leyes, dogmas, y decretos. Que no se fomenten ya más las devociones dirigidas al encuentro egoísta con la divinidad fuera del compromiso verdaderamente cristiano. Eso es puro paganismo. Que no se divinicen figuras humanas, por mucha importancia que puedan tener dentro de la historia de la salvación.
Que todo este artificio de los ritos quede consolidado únicamente en la expresión verdadera del alimento para la lucha: Que la Eucaristía sea un beber del torrente para levantar la cabeza y continuar una lucha donde no exista ningún Dios sino en el prójimo, y no precisamente en el que hermano que comulga con las propias ideas, sino más bien y sobre todo, en la figura del propio enemigo.
Que empiece una lucha seria y comprometida por la Justicia, donde no existan demasiadas palabras sino más bien el testimonio de la sangre de aquellos verdaderamente comprometidos.
Cuando todas estas cosas ocurran, si es que llegaran a ocurrir, entonces tal vez esta Europa escéptica encuentre un motivo para volver a creer en el mensaje de Cristo.

Y si no, el Padre echará de sus viñedos a todos esos trabajadores inútiles que han sembrado discordia y que se han aprovechado de sus privilegios para alcanzar poder; y, de donde no parecía existir nada, se manifestará lo que siempre ha existido desde la resurrección del Rey: el Reino de Dios.
Y muchos se preguntarán: “¿Cómo? ¿No éramos nosotros los herederos de ese Reino? ¿Cómo es que se manifiesta fuera de nuestros muros?”
El Reino de Dios no es ostensible, pero ellos lo son. Es más, muchos de ellos son sólo eso: Pura ostentación.