KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 4 - capítulo 09


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  “Te escondes de mí, Señor. Se me hace imposible llegar a entenderte, y, si no te entiendo, ¿cómo amarte sin límites? Pues no es una comprensión racional lo que te pido, ya que sé que mi mente jamás llegaría a abarcarte, sino que quisiera entenderte en mi corazón.”
El Señor guarda silencio o, lo que es lo mismo, me dice las cosas de la misma manera: de esa que yo ya no alcanzo a descifrar, que quizá un día fue significativa pero que ahora se vuelve opaca por no ser nueva para mí.
Dios pasa de largo, indiferente, pero no desoye mis ruegos y mis lamentos. Sólo cuando mi necesidad crece y me invade hasta el punto de que yo soy uno en mi carencia, vuelve sus ojos, y me habla:
“¿Dónde me estás buscando tan torpemente que no me encuentras? ¿Acaso no estoy yo en cada cosa que existe? En todo lo creado por mí hay una imagen de mí.”

Allí donde yo vaya a buscarlo, allí Dios me estará esperando. En el lenguaje que yo quiera entender, así me hablará mi Señor. Si quiero descifrar sus palabras en el vuelo de los pájaros, los pájaros volarán de manera que Dios hable para mí. Luces que iluminan o que se extinguen. Puertas que se abren a mi paso. Palabras perdidas de una conversación lejana llegan a mis oídos convirtiéndose en clave de un mensaje de Dios para mí. Hermanos, ángeles de mi Señor, que me hablan como si leyeran mis pensamientos diciéndome muchísimo más de lo que ellos pretenden decir.

El que no escucha al Señor es porque sólo se escucha a sí mismo. El que no le ve es porque se mira en el mundo como en un espejo. Cuando el hombre se preocupa sólo de mirar lo que le pertenece y no mira a quién pertenece, se vuelve sordo y ciego. Lo que yo poseo es siempre inferior a mí: por eso lo poseo y no soy poseído. Si yo me miro en lo que poseo, me degrado a mí mismo; si me miro en quien me posee, me elevo. Y en esa elevación, poseedor y poseído pueden llegar a identificarse en uno solo.


Pero Dios no quiere que yo lo busque siempre en el mismo sitio, ni que sus palabras tengan siempre el mismo significado. Lo que ayer era significativo, hoy ya no lo es. Lo que ayer parecía lógico y racional, hoy, sin variar en su comportamiento, se vuelve misterioso y sugerente. Dios no transforma las cosas para que ellas me hablen, sino que me transforma a mí para que yo sea capaz de descifrarlas. Y esto, no porque me permita entender más allá del contenido de las cosas mismas, sino porque las cosas nunca habían dejado de hablar de Él, sólo que yo no me había percatado.

Cuando mi Señor me arrancaba del mundo y yo apenas era un niño en la fe, también me hablaba como se le habla a un niño: apenas se enojaba conmigo y me susurraba dulces palabras de Amor para que yo me sintiera verdaderamente protegido por Él. Pero ahora se ha vuelto severo y exigente. Porque yo sé positivamente que Él me protege en todo momento, ya no puedo jugar como un niño a dejarme regalar por Él sin ponerme en movimiento. Un padre enseña a su hijo a trabajar en su oficio mientras sea un aprendiz, luego espera de él los frutos de su trabajo.
Por eso Dios calla cuando yo le busco sin energía. Y cuando habla, sus palabras son escasas y duras. Porque yo sé que Él me ama, por eso ya no me habla tanto de Amor.

09 - a

“¡Señor!, te empeñas en hacerme entender que no ha de haber descanso en mi búsqueda de ti, en entender tus palabras y descifrar tus misteriosos mensajes. ¿Cuándo me veré por fin plenamente en tu Reino?”
Y el Señor me responde: “El tiempo no se detiene, ¿y tú quieres detenerte? En mi Reino, nada existe si no está en movimiento. Y justo en ese movimiento está la paz y el reposo.”

El reposo en el Señor no es la quietud, sino el movimiento acompasado. Pero acompasado no significa lineal ni uniforme: nunca la sorpresa podrá dejar de sorprendernos, porque Dios siempre es nuevo. En el movimiento acompasado, mi voluntad y la de Dios se funden en una sola voluntad. Por eso, cuando yo hago la voluntad de Dios, Él escucha mis oraciones: hace, pues, mi voluntad. Pero la hace porque ya no es sólo mía, sino también es suya en tanto que Él y yo hemos aunado en el Amor nuestro impulso.