KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 4 - capítulo 12


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  Encuentro al Señor fuera de mí, en todas las cosas que existen, y también lo encuentro dentro de mí, en mi espíritu, en mi paz. Si me deshago fundiéndome en las cosas exteriores a mí por buscar allí al Señor, entonces pierdo mi identidad y finalmente me veo zarandeado por circunstancias que me separan de Dios. Si me limito a cultivar mi espiritualidad dentro de mí, lejos del mundo, lejos del amor y de la entrega, esta espiritualidad se vuelve pesada y oprimente: no fluye, no se esparce, no da fruto ni libertad, sino se muestra como una carga.
El Señor me dice: “No te interpongas entre tu exterior y tu interior, ya que te estarás interponiendo a mi acción. Porque verdaderamente Yo estoy fuera de ti, y también estoy dentro de ti. Y tú debes ser ese conducto a través del cual mi Espíritu fluya impregnándolo todo.”

Ahora estoy dentro, hablo con el Señor, silencio mi mente, busco la Paz.
Luego estoy fuera, río y disfruto y alabo al Señor por el regalo de cada día, y también muero por los demás.
Como un corazón que palpita, que se llena de sangre y luego la impulsa, así todo mi ser palpita en el Espíritu de Dios. Se llena y se vacía para impregnarlo todo.

12 - a

Una energía poderosa brota a través de todas las cosas de la tierra trayendo bendiciones y también desgracia y destrucción. ¿De qué se trata? Es el Espíritu de Dios, la Fuerza de la Vida.
Pero el Espíritu de Dios, al ser Uno, no puede contradecirse a sí mismo, ni se puede manifestar para la desgracia y la destrucción. ¿De qué se trata pues?

He aquí el interior de cada cosa: Dios mantiene la unidad de cada ser, y la protege del resto de los seres: “Estoy solo, rodeado de enemigos. Pero mi Señor me libra de ellos destruyéndolos.”
He aquí el exterior de cada cosa: una vez que cada “ser” ya “es”, los llama a todos a la unidad: “Amaos los unos a los otros. Amad a vuestros enemigos. Perdonad a los que os persigan.”

Lo interior y lo exterior se complementan, pero si lo interior es preponderante, entonces Dios terminaría destruyéndolo todo para protegerme, porque lo que no es “yo”, es algo que me agrede por el simple hecho de existir. Y si lo exterior es preponderante, ¿cómo puede iluminar aquello que es oscuro? ¿Cómo puede amar y perdonar lo que carece de identidad?

12 - b

Es indiferente la forma de llegar a la Verdad, porque la forma no es la Verdad, sino un medio de llegar a ella. La forma, como un cascarón inútil que se cae cuando está reseco, ha de dejar sitio a la Vida, al Amor. De lo contrario no estaremos edificando para el Reino, sino para el mundo.

Cualquier situación, cualquier estado de cosas, puede ser, sin la más mínima diferencia en su forma, una bendición de Dios o una maldición: Todo depende de la dirección que contenga. Y la dirección es el impulso, y el impulso pertenece al espíritu: Y el espíritu es como el viento: se siente, se percibe, pero no lo vemos, ni sabemos de dónde viene ni a dónde va.
Y si no sabemos a dónde va, ¿cómo sabremos la dirección a la que apunta un determinado estado de cosas?
El cristiano es luz en el mundo. Él impregna las cosas del Impulso Santo. ¿Hacia dónde? Hacia la unidad, hacia Dios.


Dios llama a un hombre a la Verdad, y le envía su Espíritu. Y llama a otro hombre y le envía el mismo Espíritu: Sin embargo ambos hombres no consiguen entenderse. Y el uno le dice al otro que él tiene la Verdad, y en su corazón cada uno siente esa Verdad como inspirada verdaderamente por el Espíritu de Dios. ¿De qué se trata?

Evangélicos, católicos, ortodoxos, anglicanos, mormones... ¿cuándo llegaremos a comprender que la Verdad está muy por encima de todos nosotros?

Primero las cosas deben de ser, luego deben de unirse. Lo que no es, lo que no tiene identidad, no puede unirse a otra porque no puede amar.
Dios crea la desunión y llama a la unión. ¿Cómo decimos: “Dios crea la desunión”?:
Ninguna verdad conocida por el hombre, por inspirado que esté por el Espíritu, es la Verdad de Dios. Si no hubiese diversidad, no existiría ningún camino que apuntara a la unidad, allí donde está la Verdad.
¡Alegrémonos de que ese otro hombre conozca la Verdad, la misma que yo, y sin embargo no esté de acuerdo conmigo! Esto significa que tanto para él como para mí, hay un reto que alcanzar, una expresión aun más elevada de la Verdad, una posibilidad de acercarnos un poco más a Dios.
Pero del hombre que se aferra a su visión de las cosas pensando que la Verdad no es conjugable, de ese hombre nada se escribirá, porque no edifica en el espíritu, sino en el reino de lo inexorable, de lo rectilíneo.