KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 5 - capítulo 03


anterior - índice - siguiente

             
  Construcciones humanas caen cuando parecían más inamovibles. Mentiras sobre mentiras que forman montañas; y sobre éstas, el hombre construye.
Juegos en los que la realidad es una imaginación, pero que generan realidades adversas que ya no pueden ser deshechas con la imaginación. Teorías construidas por los hombres, y que pretenden suplantar la Verdad de Dios. Destruyen al hombre porque le obligan a rechazar la verdad que brota del corazón y poner en su lugar ideas artificiosas que han de ser continuamente alimentadas porque se desvanecen en sí mismas.

¿Dónde acaba la ficción y dónde comienza la realidad?
A todo esto me dice el Señor que la única realidad es el tiempo y la paz: El tiempo es lo que separa las cosas; la paz es el signo de la unión. Así pues la paz que se prolonga en el tiempo, rompe el tiempo y es signo de la Paz de Dios.
Construcciones que caen, mentiras que se encadenan, juegos destructivos, teorías alternativas de la Verdad: La única realidad es el sufrimiento de ese hombre que se ve zarandeado por un orden externo que escapa por completo a su control. Porque este sufrimiento es ausencia de paz, presencia del tiempo, predominio de la oscuridad.

Todo, absolutamente todo lo racional es vano, es vacuo y siempre se deshace y muere. Pero no por eso carece de importancia: Cuando algo deja tras de sí una estela de sufrimiento, entonces ya no muere por completo porque se ha unido al espíritu de aquello que ha hecho sufrir, y precisamente en esa permanencia está lo grave: tiene una cuenta pendiente con Dios que habrá de satisfacer algún día. Entre otras cosas, porque no ha dejado de existir cuando verdaderamente le correspondía: es un reto al tiempo, a la muerte.
Sólo aquello que puede morir por completo, puede también trascender hacia lo alto. Lo que hace sufrir no puede morir, y entonces, por eludir la muerte y aferrarse a la vida, tendrá que enfrentarse a la nada.
Sé lo que digo y sé también por qué lo digo. ¿Que sería de nosotros si Cristo no hubiese venido a limpiarnos y purificarnos con su muerte?

03 - a

Dios me habla. Me abre los ojos y pone su Verdad ante mí. Y no lo hace por Amor a mí, sino porque espera de mí algo que yo aun no sé exactamente qué es.
Dios me ama, yo lo sé, pero no es signo de un amor personalizado el que permita en mí esta inquietud, esta responsabilidad de ver algo quizá grave y no saber cómo comunicarlo.
Mis escritos se suceden en un lenguaje no exento de intención poética, acaso dentro de un estilo bíblico, pero en la realidad de lo que quiero expresar no hay poesía ni estilo literario, sino una verdad desnuda llena de alegría de la presencia de Dios, pero llena de tristeza por ver un mundo de seres humanos que se hunde en su propia mentira y que ni siquiera, a causa del sufrimiento que genera, puede disolverse en la nada.

Dios ha tenido mucha misericordia conmigo, porque, siendo yo igual e incluso peor que los demás hombres, quiso que yo viera la Luz. Y aunque Él no me pide nada, esta misericordia tiene un precio ineludible: El hecho de ver la Verdad lleva implícito el hecho de responsabilizarse ante ella.


03 - b

“¿Qué quieres de mí exactamente, Señor? Tú no me enseñas la Verdad sólo para mi deleite, sino para ponerme en movimiento, pero yo no sé qué es lo que Tú quieres que yo haga.”
Dios no me responde.