KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 5 - capítulo 08


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  Veo un Camino trazado para mí del que no quiero y, por eso, no puedo desviarme. Digo que no puedo porque no quiero, ya que desde el momento en el que yo me entrego a Dios sin condiciones, sin miramientos, ya Él toma absolutamente las riendas de mi vida.
Como bajando y subiendo vertiginosamente laderas de montañas altísimas, así me siento llevado por mi Padre. Tengo miedo y no tengo miedo. A veces desfiguro el rostro ante el vértigo de un abismo al que mi Padre me arroja sin miramientos, pero al que se arroja Él conmigo, sosteniéndome con su fuerte brazo.

Tengo una fe absoluta en que Dios está conmigo, que me habla, me lleva, y que lo que aquí escribo no son mis pensamientos, sino los de Él.
Por eso, por mi fe, así es exactamente. ¿Qué fue antes, mis escritos o mi fe?
No existe causa y efecto en la relación con Dios, porque es una relación de sincronía. Cuando el Espíritu de Dios y yo entramos en resonancia, existe una simultaneidad entre el pensamiento de Dios y lo que yo escribo.
Yo lo sigo y Él me sigue, y porque Él sabe que yo no deseo otra cosa que seguirle, por eso Él me sigue aun allí donde me desvío: Entonces, si Él está allí, ya no me he desviado. Él convierte mis errores en aciertos, y preserva mi fe, gracias a la cual lo que yo veo entra en resonancia con la Verdad divina.

La sabiduría de Dios no es acumulable, no se puede congelar y guardar, porque se deteriora instantáneamente. La sabiduría de Dios es la presencia del Espíritu. Yo puedo escribir cien tomos sobre lo que Dios me muestra, y sin embargo, sin la presencia del Espíritu de Dios, todo eso no serían más que palabras vacías.

Antes, cuando escuchar los mensajes que Dios me susurraba era para mí algo extraordinario, era salir de mi naturaleza y entrar en lo sobrenatural, entonces Dios me hablaba con cuidado, y sólo se me hacía presente ocasionalmente.
Pero Él me hizo descubrir que mi naturaleza estaba precisamente en el hecho de hablar con Él, y que lo sobrenatural no es sino la perspectiva que tiene de la realidad el hombre ciego, el que no ve lo que está en el primer plano, sino que siempre enfoca su mirada más allá, pensando que la realidad de las cosas está más lejos que las cosas mismas. Y sin embargo, todo hombre iluminado por el Espíritu sabe que más allá no está sino la sombra de la realidad, y que la Verdad se esconde a un palmo de nuestros ojos.

08 - a

Iluminados, profetas de nuestro tiempo, hombres que supuestamente nos muestran revelaciones de otros mundos, de culturas superiores. ¿Embaucadores, ilusos, locos, o quizá auténticos visionarios? ¿Quién puede discernir?

El hombre de Dios se diferencia de todos los demás en una sola cosa: Busca la unidad sin exclusiones partiendo del Amor que brota como fuego del interior. Nunca parte de visiones fantásticas que tocan el conocimiento sin pasar primero por el corazón.
Dios habla al corazón, no a la mente. Dios nunca da información para el engrandecimiento de nadie, ni permite que un elegido suyo se ponga, con sus conocimientos, por encima de los demás: muy al contrario, tanto más le revela, tanto más pequeño e insignificante le hace sentir.
Porque Dios no busca hombres que se expresen bien en su nombre, sino que busca hombres que se anulen a sí mismos y le permitan a Él expresarse a través de ellos.

08 - b

A los pecadores pertinaces, incansables, a ésos busca el Señor para ser luz en el mundo. Porque ellos no pueden ensoberbecerse de la sabiduría que Dios les muestra, ya que esa misma sabiduría es luz que continuamente les denuncia y les avergüenza de sí mismos.