KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 6 - capítulo 03


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  No se puede estar cerca de Dios y lejos de la sencillez simultáneamente.
El que se recrea en lo prodigioso, en lo portentoso, luego se tropezará necesariamente con la insignificancia de las cosas, y de la misma manera que antes se encontraba con Dios en todas partes, ahora se planteará la posibilidad de su inexistencia.
El que no sea capaz de ver un milagro en la acción más sencilla de la naturaleza es que pretende ver a Dios fuera de ella, y entonces no le conoce realmente.
Ni el Poder de Dios es magia, ni la magia tiene nada que ver con Él: Dios se esconde en el lugar más visible, las cosas más sencillas están cerca de Él y por eso permanecen, pero las cosas aparatosas y espectaculares son como el humo, luego desaparecen sin dejar rastro.

Si un hombre verdaderamente tiene fe podrá mover montañas, pero entonces no se sorprenderá en lo más mínimo cuando las vea moverse. Antes bien se sorprendería de lo contrario.
El acercamiento a Dios no es un caminar hacia lo portentoso, sino más bien traer lo portentoso a la sencillez: Cuando yo me sorprendía de comprobar que Dios me hablaba, Él apenas lo hacía, ahora que ya no veo el portento, sino que vivo en la sencillez de poder comunicarme con mi Señor, ahora Él me habla sin reservas.

Pero buscar a Dios en la sencillez no significa limitarlo a nuestra propia sencillez: Se trata más bien de vivir con sencillez lo espectacular de cada instante de la vida, donde nada es imposible, porque no lo es para Dios.
Así, tan equivocado está aquél que sólo ve a Dios donde ve el prodigio, como aquél que niega todo lo espectacular y limita la acción de Dios a una rutina exánime, donde el verdadero poder está en la razón y no en la vida.