KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 6 - capítulo 05


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  Me siento estático y me invade el miedo. Si no me muevo en armonía con el Cielo, perderé mi vínculo con el Señor y seré atrapado por el príncipe del mundo. Entonces elevo los ojos al Padre y le pregunto, ¿qué puedo hacer?
El Padre me dice: “Búscame en la paz y en el tiempo”. Y yo no termino de entender a qué se refiere el Señor con “la paz y el tiempo”. Luego el Señor abre mi entendimiento:
Lo que está en paz permanece: lo que permanece en está en armonía con el Cielo y es voluntad de Dios. Así que la paz rompe el tiempo, esto es, se sitúa en él.
El tiempo es lo que separa las cosas, el tiempo genera conceptos abstractos en la mente humana, y los conceptos son la irrealidad que hace que el hombre se enfrente al hombre.

Miro un destello de luz que invade todo mi ser. Ha pasado un instante infinito, pero yo no he envejecido nada.
Miro de ojeada miles de cosas distintas. Todas me resultan iguales y parece haber faltado el tiempo, pero yo he envejecido mucho.
Si no hay paz en mí, el tiempo me lleva a la muerte mientras yo me aferro a la vida. Si hay Paz, nada puede el tiempo contra mí, porque yo estoy en él.

Dios siempre permanece, y las cosas de Dios no se extinguen. Las cosas del mundo desaparecen porque se destruyen unas a otras. Dios no desaparece porque no se enfrenta a nada, sino que ama toda su creación. El hombre que no se enfrenta a nada se hace partícipe de la condición divina: La Paz de Dios le invade, y el tiempo transcurre en la realidad del presente: porque ni ataca ni se defiende, por eso puede vivir la realidad tal cual es, sin necesidad de distanciarse de ella para armarse contra sus enemigos.
El hombre que vive plenamente en la realidad hace prodigios con la misma sencillez con la que levanta una mano.

Busco la Paz y me encaramo a la realidad del presente: me sitúo en el tiempo, que ya no transcurre, y me tropiezo con mi Padre. ¿Cómo sé que me he encontrado con Él? Porque en mi corazón estalla el Amor y todo mi ser se estremece.

05 - a

Todos los hombres, sin excepción, podemos sentir en nuestro interior la Paz de Dios. Él la regala sin miramientos: como el sol que sale cada mañana, que calienta a justos e injustos. El hombre de Dios, sin embargo, sabe de dónde procede esta Paz, y por eso es capaz de conservarla, de impregnarse de ella hasta lo más profundo de su ser.
Todos los hombres, sin excepción, somos capaces de situarnos en el tiempo despojándonos de la irrealidad de lo abstracto y observando las cosas tal cual son. El hombre de Dios, sin embargo, sabe a dónde le lleva el tiempo, y por eso su Camino siempre le muestra la misma Verdad, y nunca habrá de retroceder sobre sus pasos.
Todos los hombres vivimos las mismas experiencias y sentimos las mismas cosas: A todos Dios nos da su aliento y a todos nos llama a la Verdad, pero sólo el hombre que es de Dios sabe de dónde viene y a dónde va. Conoce el Camino que lleva a la vida, y viviendo las mismas experiencias que el resto de los humanos, se diferencia con ellos en una cosa: toda realidad vivida por el hombre de Dios está orientada hacia la Vida, y por eso es fructífera: porque la deja fluir, porque no la retiene para sí. Sin embargo, esa misma realidad se consume infructuosa a manos del hombre del mundo, porque al querer poseerla la deshace, al detenerla bajo su dominio la asfixia y la corrompe.