KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 6 - capítulo 08


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  La Palabra de Dios es como un rayo de luz: No se detiene ni se desvía. Dios no cimenta sus palabras en estructuras, sino en el movimiento mismo, por eso no se atiene a especulaciones, excepciones, matizaciones ni ponderaciones. Al igual que el rayo de luz, la Palabra de Dios siempre es una afirmación pura, para bendecir o para condenar.

Los hombres piensan que contemplando con detalle las circunstancias y sus pormenores, pueden llegar a una mayor perfección en la justicia. Sin embargo, la justicia de Dios, que es perfecta, no contempla ni agravantes ni atenuantes, porque las cosas del espíritu o son o no son, y no existen términos medios. Dice el Señor: “Sean vuestras palabras si, si, no, no. Todo lo que pase de ahí viene del maligno.”

Cuando el hombre ha volcado todo su ser hacia Dios, incluso pecando recogerá con Jesucristo. Pero cuando el hombre mantiene la posesión de su “yo”, y no lo entrega por el bien de los demás, incluso haciendo justicia estará desparramando.

Yo leo las palabras que Dios me lleva a escribir y me asusto de lo absoluto de su mensaje. E intento en mi mente ponderar, relativizar, impregnar de “sentido común” este mensaje tan firme. Pero Dios se indigna conmigo: me siento a escribir y Él dificulta mi trabajo y me ordena desecharlo. Luego, cuando ya he renunciado a escribir por obediencia, Él me sienta y me dice: “Mi Palabra es un rayo de Luz, que ni se detiene ni se desvía.” Y tal y como Él me lo dice, así lo escribo.

08 - a

La luz se desplaza rápidamente, pero no se la ve: Cuando llega a un objeto sólido, lo ilumina, y entonces vemos la luz reflejada en el objeto. Así es también la Palabra de Dios: Cuando llega al corazón del hombre lo ilumina poniéndolo en movimiento. Pero entonces hay que separar lo sólido que se mueve, del movimiento mismo.
Dios me habla al corazón, y yo no tengo que hacer una interpretación de lo que me dice, sino que lo entiendo con absoluta nitidez, pero luego debo expresarlo con las palabras de los hombres.
El hombre que conoce a Dios entenderá mis palabras, porque no se detendrá en lo sólido de las mismas, sino que percibirá el movimiento reconociendo que viene de Dios.
Para el hombre que no conozca a Dios, mis palabras serán motivo de burla, o de escándalo, o de indiferencia. Porque querrá comprender qué estructura es la que se propone, sin darse cuenta de que no se propone nada sólido, sino todo lo contrario, se rompe la estructura para afianzarse al movimiento mismo. Morimos en el mundo de la materia y renacemos en el del Espíritu: Allí somos como el viento...

08 - b

Cuando un hombre dice hablar inspirado por el Espíritu Santo, fijaos qué es lo que propone y dónde pretende construir.
Si sus palabras son destellos de un Amor inmenso que arde en su corazón, entonces hablará de unión, de pureza, de conciliación: de trascendencia a un Reino que no es de este mundo. A ese hombre valdrá la pena escucharle.
Pero si sus palabras hablan de orden perfecto, de estructuras estables, si quiere cambiar el mundo sin salir de él, entonces no valdrá la pena escucharle. Jesucristo no vino a cambiar el mundo para hacerlo más habitable, sino que vino a señalar un Camino para que, los que le amen, encuentren fuera del mundo el Reino al que verdaderamente pertenecen.

08 - c

Un puñado de hombres, mujeres, niños: somos los pobladores del Reino de Dios en la tierra.
Sólo tenemos una cosa en común: morimos por los demás en el Amor de Jesucristo.
De la iglesia católica, un puñado. De la evangélica, otro. Otro de la ortodoxa, y de las demás, otro puñado.
Muchos vienen del Islam, incluso algunos vienen del taoísmo y del budismo, o de ninguna fe: No conocen a Jesucristo por su nombre, pero lo conocen por su Espíritu. Esto es lo único que a Él le importa.

Las instituciones se resquebrajan en su dureza, las jerarquías se corrompen en sus propias leyes. Pero los hijos del Reino no entendemos de leyes ni de estructuras sólidas, porque el Amor de Dios ha ablandado nuestros corazones y Dios mismo nos impide pensar más allá de lo que no sea verdaderamente Amor.
Yo digo lo que Dios me dice: Ni tan siquiera los máximos representantes de las iglesias están salvos por derecho, sino que sólo pertenecerán al Reino en la medida en la que estén muriendo por los demás.

08 - d

A todos sus apóstoles dijo el Señor: “Atad y desatad en la tierra, que así quedará también en el Cielo.”
Los apóstoles los elige Jesucristo, y las instituciones los reconocen... o no los reconocen.
Yo aseguro lo que Dios me asegura a mí: Hay hombres pequeños que por su unión con Dios atan y desatan en el Reino con más derecho que otros hombres, grandes ante el mundo.

Yo soy católico, y creo que la figura del papa no es un invento de los hombres, sino que es voluntad de Dios. Y creo que también es voluntad de Dios que todo aquél llamado a esta iglesia le obedezca sin conjeturas.
Pero la obediencia es una llamada a la humildad, solamente eso. La Verdad la pone Dios en el corazón de cada hijo suyo, y nadie la puede enseñar sino su Espíritu Santo. Jerarcas, iluminados, profetas, doctores: Pueden enseñarle al hombre a levantar la mirada al Cielo, pero la única Verdad válida para ese hombre ha de ser la que él mismo alcance a ver.