KYRIE ELEISON

     

ESPÍRITU (2)

   

HOKDS

      E

libro 6 - capítulo 11


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  Dios me habla sólo cuando Él quiere, y me lo demuestra continuamente para que yo siempre tenga conciencia de que nada me pertenece por derecho, y que todo es un regalo suyo. Yo nunca sé cuándo Él me va a impulsar a que escriba: A veces tengo mucho tiempo, y sin embargo Él guarda silencio. Otras veces me levanta temprano de la cama, y cuando mi mente todavía está confusa, Él escribe a través de mí lo que quiere sin darme tiempo a replicar.

Intento dulcificar las palabras del Señor y Él se indigna conmigo. Yo me asusto porque no son palabras de paz, sino de espada.
Si Él siempre me mantuviera iluminado, siempre me hiciera sentir fuerte, entonces no me importaría tanto el tomar la espada que Él pone en mi mano. Pero yo sé que los hombres arremeterán contra mí, no contra Él, sino contra mí, porque no creerán que lo que yo digo viene de Él. Y si esto ocurriera sintiéndome yo débil, ¿cómo me defenderé?

Quiero pasar desapercibido. Ya que el mensaje no es mío, sino del Señor, no quiero que se me responsabilice de lo que no he hecho. Pero Dios me recuerda sus primeras palabras, aquellas con las que me impulsó a sentarme a escribir: “Contigo quiero hablar porque tú, rebelde y desconfiado, vas a ser mi testigo allí donde yo te envíe.”
Y yo cierro los ojos y dejo que el Señor haga conmigo lo que Él quiera.

11 - a

Dentro del tiempo se encuentra el silencio, que no es la ausencia de sonido ni de palabra, sino que es el sonido y la palabra que hace referencia estricta a la realidad que Dios muestra.
Desde el silencio se ilumina la Verdad. Cuando estoy fuera del tiempo, todas las cosas se desplazan y se tropiezan conmigo. Cuando yo me introduzco en el tiempo, ya no soy estorbo para ninguna cosa, entonces todo se manifiesta en libertad, nada se disimula ante mí, porque en mí no existe juicio ni premeditación.
Yo veo las cosas y veo también el sitio que le corresponde a cada una. Cuando mi espíritu no está en paz, las cosas nunca ocupan el sitio que les correspondería: todo está en desorden.
Cuando estoy dentro del tiempo, veo como cada cosa pasa a ocupar libremente su lugar, y entonces me lleno de Paz.
A partir de este momento el Padre me envía bendiciones y la Belleza divina asoma a través de todas las cosas. Y el Señor y yo hablamos como hablan dos amigos. Él me dice lo que me conviene saber, y calla lo que no me conviene, me dirige y me lleva por donde Él quiere y yo le permita. Yo le llevo hasta mi interior para que ilumine mis tristezas, y Él reestructura el universo entero nada más que para consolarme.
Cuando nuestra relación de Amor estalla en su plenitud, el Señor me dice: “pídeme lo que tú quieras, y te lo concederé”. Y yo sólo le pido que nunca me abandone. Él me dice: “tampoco me abandones tú a mí”, porque si nuestro Amor no fuera en la libertad, de nada serviría.

Tal y como Él me lo ordenó: En el tiempo busco a mi Señor, y en la Paz lo encuentro.

11 - b

Todo lo que siento en mi corazón, lo expreso: Para que aquél que quiera comprobar que lo que digo viene de Dios, pueda hacerlo. Es más, sólo será lícito creerlo así cuando la comprobación haya sido hecha, porque no debe haber otro intermediario entre el Padre y cada hombre como no sea Jesucristo.
Antes, cuando mi visión no era tan plena, lo oscuro y lo luminoso contrastaban y producían reflejos que era bueno ocultar: No porque no fueran manifestación de la Verdad, sino porque hacían resaltar más lo oscuro que lo claro, lo escondido que lo visible.
Ahora, que lo oscuro ha quedado detrás y en el primer plano sólo hay luz, nada hay que esconder: Lo que antes yo ocultaba, ahora resalta renovado en el lugar predominante.
Y a pesar de todo, ahora que me expreso con absoluta claridad, que digo las cosas con el lenguaje más directo y sencillo, ahora es cuando menos probabilidad hay de que se me entienda: Sólo me entenderán aquéllos que conozcan a Dios en lo profundo, entonces las palabras que Dios expresa a través de mí encontrarán resonancia en esa profundidad trayendo al exterior consciente aquel conocimiento que siempre estuvo escondido en el interior.