KYRIE ELEISON

     

los 7 libros

63

   

ESPIRITUALIDAD

     

cuaresma (3)

CUARESMA


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  La “nada”, el “no ser”, es esa realidad oscura y tenebrosa que espanta al hombre y a todo aquello que asoma en la existencia cognoscible del cosmos. Sin embargo la “nada” es la otra cara de la existencia, y sólo desde la “nada” es posible concebir la realidad en toda su plenitud.
En el “Tao-te-king”, Lao Tze pone el ejemplo de una ventana: El marco es lo que se manifiesta en el “ser”, pero la ventana sólo tiene su razón de ser en el hueco que deja, en su “no ser”. 
Muchos dioses existen en el “ser”, pero estos dioses no son eternos ni pueden llevar el hombre a la eternidad.
Jesucristo, al penetrar en la “nada” de la exclusión y la muerte pero lleno del Amor del Padre, nos demostró que sólo desde la “nada” el ser humano puede alcanzar la eternidad.
Fuera del Amor del Padre la “nada” es la aniquilación, pero un hombre pleno en el Amor divino encuentra su trascendencia allí donde todo lo demás encuentra su fin en la aniquilación. 

Amar a mi enemigo es entrar en mi propia destrucción. Renunciar a mi vida en este mundo, entregarme al servicio de los demás, todo esto que es destrucción para el mundo, sin embargo es Vida para el hombre lleno del Amor del Padre.
Ésta es la paradoja: Lo que nos mata nos lleva a la verdadera Vida, pero lo que nos mantiene en una vida acomodada es lo que nos prepara un final realmente destructivo.
“Si la semilla no cae en tierra y muere, no puede dar fruto.”
“El que guarde su vida en este mundo la perderá, pero el que la pierda por mi causa, ése la guardará para una Vida eterna.”
¿Cuál es la causa de Cristo?: Derramar sobre la tierra el Amor del Padre, ese Amor que le permite al hombre atravesar la “nada” para el encuentro definitivo con el Padre. 

En las bienaventuranzas observamos que el hombre está tanto más cerca de Dios cuanto más lejos está de la vida y más cerca de la “nada”.
“Yo te bendigo, Padre, porque estas cosas se las has mostrado a los pequeños y sencillos y se las has ocultado a sabios e inteligentes.”
Que la cuaresma sea un encuentro con nuestra pequeñez e insignificancia, con la “nada” de nuestro ser, pues, tras la resurrección del Cristo, la “nada” no está vacía para los hombres, sino que allí es donde el Amor del Padre se manifiesta con la más absoluta pureza y plenitud.