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el hombre sin Dios

Salmo 014

Dicen en su corazón los insensatos: «¡No hay Amor en el Cielo!»
No tienen valores nobles, no buscan ni el Bien ni la Justicia, sino que sacian sus necesidades, como animales, destruyéndolo todo a su paso si es preciso. Pues es más valioso para ellos el capricho que la Verdad.
Se asoma el Amor desde los cielos hacia el género humano, por ver si hay un sensato, alguien que busque al Padre. Y Él se manifiesta me muchas maneras, donde pueda ser visto por todos, para que los que le buscan siempre le encuentren.
Pero los insensatos no quieren ver, no quieren escuchar. Unos se apoyan en otros y se invitan mutuamente a dejarse llevar por el ansia de poder: dinero, honores, placeres. Ya nadie se atreve a hablar de verdadera Justicia, ni uno solo renuncia a ninguna satisfacción en el ideal de construir un mundo más auténtico, dirigido hacia el Bien.
¿No se dan cuenta todos estos ambiciosos de que con su testimonio están destruyendo los únicos valores que pueden mantener la dignidad del ser humano? ¿No reparan en el hecho de que están abortando todas las inquietudes nobles que brotan espontáneamente del corazón de los hombres?
Piensan: «no hay legislador por encima de nosotros, somos dueños de la ley.»

Pero luego llega la enfermedad, la muerte se les hace presente. El dinero no les sirve para comprar más vida, los honores no les sirven para encontrar amor sincero en nadie, sólo intereses, los placeres han perdido su eficacia, y han dejado un vacío que ya nada sobre la tierra puede llenar.
Allí de espanto temblarán donde nada hay que espante, que Dios sostiene al hombre que busca la Justicia: de los planes del desdichado os burláis, mas el Padre es su refugio.
Los ambiciosos lo comprueban una y otra vez, pero se niegan a reconocerlo. Ven la plenitud interior de todos los que luchan por la Paz, pero les aterroriza pensar que algo superior a ellos les sostiene porque entonces todos sus crímenes contra la dignidad humana quedarían al descubierto. Prefieren reír, unos con otros, guiñar el ojo, y hacer burla del hombre que obedece a unos principios eternos, del hombre que busca el Bien y la Justicia para el mundo entero.
¿Quién traerá la salvación para los oprimidos por la falsa justicia de los arrogantes, legisladores inicuos? Cuando el tiempo de espera se haya cumplido, cuando los preparativos del Padre para rescatar a los oprimidos hayan culminado, entonces los honrados comprobarán que sus esperanzas no eran vanas, y que si lucharon por la Justicia, la propia Justicia vendrá a recogerles y darles su paga.
Entonces será el júbilo de unos y el llanto de otros. Mas, ¿quién de los que llore podrá decir: «es que no se me advirtió, nada se me dijo.»?
Que el Padre misericordioso se apiade del genero humano, que el Amor impregne toda la tierra, que todo hombre dé gloria al Amor, que es el santo Nombre del Altísimo.

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