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plegaria del culpable

Salmo 026

Hazme justicia, Padre, ahora que aun pudo rectificar mis pasos, pues yo sólo en ti me apoyo.
Escrútame, Padre, ponme a prueba, pasa al crisol mi conciencia y mi corazón; no temo enfrentarme a la verdad de mí mismo, pues está tu Amor delante de mis ojos, y en tu Verdad camino.
Mira que yo a nadie juzgo ni excluyo, y me siento con los que los hipócritas llaman “falsos”, y ando con los que los falsos llaman “hipócritas”, porque ningún ser humano merece tu desprecio, y yo estoy contigo. No odio la asamblea de los que llaman “malhechores”, ni evito sentarme al lado de los que llaman “impíos”.
Por eso, porque desprecio el mal pero no al malvado, puedo soportar la visión de mi propia maldad, y limpiarla a la Luz de tu presencia; porque no juzgo ni excluyo a ningún ser humano, mis manos lavo en la Sangre del Cordero y puedo andar en torno al altar de mi propio corazón, Padre, haciendo resonar la acción de gracias, todas tus maravillas pregonando.
Yo amo, Padre, la belleza de tu Casa, el lugar de asiento de tu gloria.
No permitas que mi alma se manche en el pecado, ni que mi vida se desvíe en el desprecio y la violencia; que mis manos nunca toquen la infamia, ni mi diestra el soborno. Guíame, en cambio, por camino de la entereza; rescátame, ten piedad de mí; afirma mi pie en suelo llano; a ti, Padre, bendeciré en las asambleas.

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