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súplica y acción de gracias

Salmo 028

Hacia ti clamo, Padre, roca mía, no estés mudo ante mí; no sea que yo, ante tu silencio, desespere y me deje caer en la fosa de la insubstancialidad.
Oye la voz de mis plegarias, cuando grito hacia ti, cuando elevo mis manos, Papá, desde el santuario de mi corazón.
No permitas que los ambiciosos de poder me arrastren con sus discursos seductores; palabras que hablan de paz, mas luego arrasan con todo lo que se opone a su ambición.
No les des, Padre, conforme a sus acciones, ni a la malicia de sus hechos, no les trates según la obra de sus manos, no les pagues con la misma moneda. Pues no comprenden los hechos de tu Amor, la obra de tus manos: ¡no los derribes, sino rehabilítalos, pues no saben lo que hacen!
¡Bendito sea el Amor, que ha oído la voz de mis plegarias!
El Amor, mi fuerza, escudo mío, en Él confió mi corazón y he recibido ayuda: mi carne y mi espíritu de nuevo han florecido, le doy gracias de todo corazón.
Padre, fuerza de los pequeños, fortaleza de salvación para su Ungido.
Salva al ser humano, bendice a todos los de limpio corazón, pastoréalos y llévalos por siempre.

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