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oración en la prueba

Salmo 031

En ti, Padre, me cobijo, ¡oh, no sea confundido jamás! ¡Recóbrame por tu misericordia, líbrame, tiende hacia mí tu oído, date prisa! Sé para mí una roca de refugio, alcázar fuerte que me salve; pues mi roca eres tú, mi fortaleza, y, por tu nombre, me guías y diriges.
Sácame de la red en que la que estoy atrapado, que tú eres mi refugio; en tus manos mi espíritu encomiendo, tú, Padre, me rescatas.
Dios de Verdad, Tú no fuerzas a los que ponen su confianza en el poder y en las riquezas, los respetas en su libertad y los esperas con infinita paciencia. Pero a los que en ti confiamos, a nosotros nos proteges y nos conduces por senderos de Luz y de Paz. En ti confío, Padre mío: ¡exulte yo y en tu Amor me regocije! Tú que has visto mi miseria, y has conocido las angustias de mi alma, no me has entregado en manos del enemigo, y has puesto mis pies en campo abierto.

Tenme piedad, Padre, que estoy angustiado. El hastío asoma por mis ojos, llena mi alma y mis entrañas. Pues mi vida se consume en aflicción y en deseos insatisfechos, y mis años se pierden en vanas esperanzas; sucumbe mi vigor a la miseria, mi cuerpo ha tomado el poder y mi espíritu ha caído en la esclavitud.
Los que deseaban verme caer, se frotan las manos satisfechos; asco soy de mis vecinos, espanto de mis familiares. Los que me ven en la calle huyen lejos de mí, me miran con asco; dejado estoy de la memoria como un muerto, como un objeto de desecho.
Escucho las acusaciones de las gentes, siento terror en todos lados, mientras se aúnan contra mí en conjura, tratando de rematarme.
Mas yo confío en ti, Padre, me digo: "¡Tú eres mi Dios!"

Está en tus manos mi destino, líbrame de las manos de mis acusadores; perdona todas mis culpas, rompe la jaula en la que estoy atrapado y haz que alumbre a tu siervo tu semblante, ¡sálvame, por tu Amor!
Padre, no haya confusión para mí, que te invoco, ¡confusión para los que me juzgan; que vean con asombro el milagro de tu Amor en mí, que enmudezcan los labios de los hombres jueces de hombres, que hablan con insolencia contra el prójimo, con orgullo y desprecio!
¡Qué grande es tu bondad, Padre! Tú la derramas en abundancia sobre los que sólo temen una cosa: alejarse de ti; se la brindas a los que a ti se acogen, ante todos los pueblos de la tierra.
Tú los escondes en el secreto de tu rostro, lejos de las intrigas de los hombres; bajo techo los pones a cubierto de la querella de las lenguas.
¡Bendito sea mi Padre que me ha brindado maravillas de Amor!

¡Y yo que decía en mi inquietud: "Qué lejos estás de mí!" Mas tú oías la voz de mis plegarias cuando te invocaba en el vacío. Ahora ya lo sé: Cuando más lejos te sentía en mi oración, era cuando más cerca estabas.
Amad al Padre, todos sus hijos; a los que son fieles al Amor, el mismo Amor los protege, pero el azar es el destino del que obra por orgullo.
¡Valor, que vuestro corazón se afirme, vosotros todos que esperáis en el Amor!

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