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el hombre sin Dios

Salmo 053

Cuando el hombre ha edificado su casa sobre la tierra, cuando la ha llenado de comodidades y se ha dejado caer en cuerpo y espíritu sobre ellas, entonces el hombre dice: «no hay Dios», y así ya puede abandonarse en su fantasía terrenal, y esconde a sus ojos la existencia de una Justicia universal que antes o después le pedirá cuentas de todos sus actos.
Muerta la Justicia en el corazón del hombre, mueren todos los valores, uno a uno.
Muertos los valores, el vacío que nunca se llena toma el poder del espíritu, y arrastra al hombre a una huida de sí mismo, una huida sin otro final que su muerte física.

Ese mundo sin valores, sin Justicia, sin Paz, ése es el mundo que se ríe luego de nosotros. Un mundo que no tiene nada que dar, que lo tiene todo por aprender, y que sin embargo vive encaramado en su arrogancia y en su autosuficiencia postiza.
Todos ellos están desorientados, en masa corrompidos. No hay quien busque el bien, ni uno siquiera.
Vemos el final que les espera, y no podemos hacer nada: Vacío, soledad, esclavitud. Al final, desesperanza y desesperación.

Nuestro Dios está en el Cielo. Su ley no nos molesta, porque vemos que no existe límite para nuestros actos y anhelos que no esté definido por el propio Amor. Nos limitamos para llegar más lejos, para alcanzarlo todo, con plenitud y sin posibilidad de perderlo.
El sabio es el que sabe dónde está la vida. Lo demás es fantasía.

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