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oración en la debilidad

Salmo 071

A ti, Padre, me acojo, ¡no viva yo nunca en el engaño! ¡Por tu Justicia sálvame, libérame, tiende hacia mí tu oído y rescátame!
Aunque todos los males se aglomeren en torno a mí, yo nada he de temer, porque Tú eres para mí roca de refugio, fortaleza inexpugnable.
Nada puedo sin ti, el más pequeño de los males me vencería si Tú no estuvieras conmigo. A mis espaldas tramarían mi caída sin que yo me enterara; ¡en ti sin cesar mi alabanza!

No me abandones cuando, por mi cansancio y por mi debilidad, caigo fuera de ti. Al contrario, levántate y ven a recogerme cuando más lo necesite.
Mis enemigos me miran y, ni ellos mismos saben por qué, desean verme caer.
Me ven cansado, débil, y se dicen entre risas: «Ahora que ya ni se acuerda de nosotros, ahora vamos por la espalda y le inyectamos nuestro veneno. Cuando comience a caer, gritaremos todos juntos: “¡Mirad cómo se tambalea el testigo!, ¿qué valor puede tener su testimonio?”»
Pero Tú me dices al oído: «Vienen a por ti.»

Los años pueden doblarme, y la debilidad puede hacerme callar, pero tanto menos pueda yo ganarme tu confianza con mis frutos, tanto más me la regalas Tú con tu Amor: Mi testimonio sigue en pie, cada vez más erguido, porque no soy yo quien lo mantiene.
Vendrás a sacarme de los abismos de la tierra, me sustentarás en mi debilidad, volverás a consolarme. Y yo te daré gracias, por tu Verdad, Dios mío; para ti salmodiaré, Padre querido.
Exultarán mis labios cuando salmodie para ti, y mi alma, que Tú has rescatado. También mi lengua todo el día musitará tu Justicia: porque han sido avergonzados, porque han enrojecido, los que buscaban mi desgracia.

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