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jueces de hombres

Salmo 073

De verdad que Dios es cariñoso para con todos los que le buscan sinceramente. No para los que buscan el poder y dicen que es a Dios a quien buscan, sino para los que buscan el Amor con un corazón puro.

Y yo, por muy poco tropiezo, no faltó nada para que mis pies resbalaran. Miraba a los arrogantes provocativos que, con una sonrisa de superioridad y una seguridad tranquila, se burlan de todo lo sagrado, aun a conciencia de los valores que lo sagrado encierra. Ya no se trata de un desconocimiento del bien y de la rectitud, sino que se trata de una provocación deliberada.
El rechazo que me producen los arrogantes me lleva a desear su desgracia, a verlos humillados y perdidos sin posibilidad de enmienda. Pero estos sentimientos me hacen igual que ellos: me convierto en juez de hombres, y, consecuentemente, en reo del juicio eterno.

«Espontáneos y alegres jueces de hombres, ¡estricto código de leyes habréis de observar para resultar finalmente absueltos!
Jueces de hombres, que convertís el amor en odio y la belleza en fealdad. Estáis por todas partes, disfrazados de clarividentes y desinteresados defensores del orden social. ¿Cómo distinguir de entre vosotros al hombre justo? Tal vez sea aquél que, por amor al Amor, os castigue con su perdón...»

Con el perdón el hombre se sitúa por encima de las bestias. Con la misericordia para con el que está extraviado se da verdadero culto al Dios Amor, Padre de todos los hombres.
De la mano de Dios yo camino con sencillez. Las zarzas se me enredan, pero mi Padre, de un tirón, me libra y continuamos caminando. En un pozo casi llego a caerme, pero mi Padre me tenía bien asido.
¡Padre! Estando contigo ya no encuentro gusto en las cosas del mundo. Mi carne, mi corazón se consume esperando la plenitud de nuestro abrazo eterno. Mi bien es estar junto a ti, Padre; en ti he puesto mi cobijo a fin de publicar todas tus obras.

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