anterior

índice

siguiente

Templo real, verdadera presencia divina

Salmo 081

¡Gritemos de gozo a Dios, nuestra fortaleza, aclamemos al Amor que nos llena de Paz!
¡Entonemos la salmodia, cantemos y exaltemos con alegría sin sombras, pues Él es fiel!
Cada día, sin faltar ni uno solo, miremos con gratitud el aliento que nos impulsa:
Ni un solo segundo de nuestra vida lo vivimos por derecho, todo es obsequio generoso.
Él nos ha señalado el Camino, y hemos comprobado la ligereza del peso de su carga y su yugo.

Esto me dice Dios al corazón: «Mantén la dignidad como un tesoro precioso.
Dignidad para el cuerpo, que fácilmente se embriaga, y fácilmente se deja caer y se apoltrona;
dignidad para al espíritu, pues la libertad interior es toda la libertad.
Si eres digno en tu ser, valorarás la dignidad en el ser de tu prójimo.
La dignidad es la base de la solidaridad. La dignidad despierta el sentido de la Justicia.»

Si soy esclavo, no podré ni tan siquiera amarme a mí mismo, ¿qué Amor puedo dar a mi hermano?
El hombre que no es dueño de sus pasiones, no tiene dignidad: Es un esclavo, incapaz de amar.
Si soy indigno estoy despreciando mi filiación divina, seré vasallo de mi cuerpo,
¿qué ideal de Justicia voy a defender si ni siquiera he sido capaz de defender mi propia libertad?
La dignidad es la base de la solidaridad, y no existe solidaridad sin un ideal de Justicia.

Pero muchos dicen: «Vivamos el placer y también vivamos los sublimes ideales del Amor»,
eso dicen, y luego ya no se les vuelve a ver. La libertad que se usa, ya no es libertad.
¡Ah, si quisieran escuchar, si quisieran abrir la conciencia como la más hermosa estancia de su ser,
y escuchar, palabra por palabra, la voz del que nunca se contradice ni aconseja lo ineficaz!
El Templo de la conciencia está fuera de la individualidad: Es un solo Templo para todos los que aman.

anterior

índice

siguiente