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la fidelidad divina

Salmo 089

En el Amor de Dios por siempre me regocijaré,
sin descanso anunciaré la eterna lealtad.
Pues Tú dijiste: "Cimentado está el Amor por siempre,
asentada en los cielos mi lealtad.
Una alianza pacté con el Rey, un juramento hice a todos mis siervos:
Para siempre jamás he fundado mi Reino,
para siempre jamás he erigido el trono del Rey."
Los cielos celebran, Padre, tus maravillas,
y tu lealtad en la asamblea de los santos.

Porque ¿dónde se ha visto que el Amor pueda doblegar la fuerza y la violencia?
Dios, temible para los que le conocen,
temible para los que le retan en la soberbia.
Padre, Dios nuestro, ¿quién como Tú?,
poderoso eres, Padre, y tu lealtad nos conforta.
Pues Tú no te impones con la violencia,
ni machacas a los hombres para hacerte respetar;
sino que tu fuerza es pacífica, levantas al humilde
y de sus heridas haces brotar nueva vida.

No hay que ir a buscarte hasta lo inaccesible,
sino que siempre estás muy cerca:
Nada de lo que existe puede sostenerse fuera de tu Amor,
nada escapa a tu mirada.
Por eso, en el Orden de todas las cosas está reflejado tu regocijo,
tu Amor y tu Paz.
¡Dichoso el pueblo que no se engaña,
el pueblo que se reconoce dependiente de ti!
¡Dichoso el pueblo que busca tu Voluntad, pues sabe que Tú riges el universo,
y, que lo que de ti se separa, se seca y se muere!
¿Dónde están los imperios del pasado?

Los habitantes del Reino caminamos en la eternidad,
por eso nuestra Paz es invulnerable.
El escudo del Amor es más seguro que el acero de los armazones económicos y sociales,
porque la dureza de lo que no se dobla es frágil, pero el Amor a nada se resiste.
Llegó el Rey, primero habló, y luego dio testimonio de la Verdad de su Palabra:
No se resistió al Mal,
y ahora su presencia en el mundo es preocupante para los que le odian.

El Padre muestra al Rey la faz de sus adversarios, su mente y su corazón.
No le podrán sorprender, todas las trampas se romperán,
perplejos verán su fracaso;
mas el Padre no le confía al Rey estas cosas
para que les humille ni para que les aplaste,
sino para demostrarles que poderoso es el Padre
para proteger a sus fieles en el Amor.
Antes de la llegada del Rey,
¿quién habría de prevalecer sobre quién en la oposición?
Pero el Rey trajo la Justicia:
“Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra.”

Un Reino ha sido instaurado,
un Reino que goza de la predilección del Padre del universo.
Asentado en el Amor, edificado en la humildad,
en este Reino corren ríos de Paz.
No hay doctores que pretendan imponer sus criterios a los humildes,
no hay instructores que determinen leyes y castigos
para cohesionar lo que no esté unido,
no hay maestros que se suban en las tarimas
para mirar con desprecio a los pequeños,
porque sólo a los pequeños, y no a los sabios,
les ha sido dado el conocimiento de la Verdad.

Aunque en el Reino se infiltren los impostores,
falsos jefes ávidos de poder mundano
dispuestos a adoctrinar y someter a sus habitantes,
aun entonces, el Reino no se corromperá.
La lealtad del Padre, firmada y sellada en el universo entero, no faltará jamás:
Los impostores verán su fracaso cuando más seguros estén en sus prerrogativas.
El mundo aun no ha comprendido,
cree poder jugar con la fe de los humildes,
piensa que no existe amparo alguno para el débil que clama justicia en su derecho.

La violencia compite contra sí misma, se desgasta, se agota, ¿dónde beberá para vivir?
El Amor no compite, no se desgasta, no se agota. Bebe del Agua de la Vida.
El Reino está cimentado sobre el Amor, no puede corromperse, no puede ser aniquilado.
Porque al igual que el Rey comenzó a reinar
cuando fue infamado, asesinado y desechado,
así también el Reino alcanzará más y más presencia cuanto más se le machaque.
Nosotros lo entendemos, lo vivimos día a día,
pero el mundo esto no lo puede comprender.

Demuestras a los hombres,
una y otra vez les haces ver que sus edificaciones son fantasía.
Ellos las levantan, el tiempo las corrompe, por sí solas caen, perdido todo su esplendor.
Pero los hombres lo intentan una y otra vez. Todo lo comprueban, todo lo investigan,
todo lo quieren dominar y poseer, van en busca de lo lejano, de lo insólito,
pero están ciegos: No ven que cerca, muy cerca, está el verdadero Poder de Dios.
Los pequeños y los humildes pueden ver, pero los sabios y poderosos están ciegos.

Padre, nuestros ojos ya no te ven fuera,
porque Tú quieres que te encontremos en nosotros.
Los adoradores de lo visible y lo tangible se ríen,
pero el tiempo siempre nos da la razón.
Sus imperios, todos ellos, han caído,
y los que ahora están erguidos, mañana ya no estarán,
pero los ríos de Paz del Reino nunca se secan,
sus jardines florecen todo el año, más y más.
En el mundo, nadie comprende estas cosas,
la razón les ha cerrado los ojos del espíritu.
Nosotros sí lo comprendemos,
porque sólo miramos con Amor: lo cercano, lo natural.

¡Bendito seas por siempre, Padre! ¡Amén! ¡Amén!

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