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«¿Dónde está el origen de todo lo que existe? Los astros giran en órbitas según sus leyes, mas ¿quién ideó estas leyes? El mismo que ordenó el firmamento es el que desata las tormentas y los terremotos. ¡Vamos a buscarle al confín de la tierra! ¡Vamos a encontrarle donde el universo de estremece!»
Nuestro Dios no está escondido detrás de cataclismos. No son necesarios sacerdotes que nos traigan mensajes que nosotros mismos podemos escuchar directamente de la boca de Dios.
El pequeño, el insignificante, invoca al Padre desde su corazón, y Él le responde. El gran sacerdote sube hasta el altar y le invoca con ritos elaborados, pero no obtiene respuesta.
El Rey trajo la salvación para los humildes, los ha reunido y ha erigido con todos ellos un Reino de sacerdotes, y reinan sobre la tierra. Porque ya no son siervos, sino hijos de Dios mismo.
La humildad es el aceite de la unción, el Amor es el sello de su divinidad.
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