anterior

índice

siguiente

Dios de misericordia y libertad

Salmo 107

Dad gracias al Padre, porque es bueno, porque Él es puro Amor, eternamente.
Que lo cuenten los que, como yo, han sido rescatados de la oscuridad tenebrosa,
los que han sido llamados a formar parte del Reino más estable: La Comunión de los Santos.
El terror los acosaba, las acusaciones les torturaban: “¿Quién me acusa sin piedad?”
“Es dios, que te desprecia; es tu padre, que para siempre rehúsa perdonarte.”
El falso dios de las venganzas, el que acusa a nuestros hermanos sin piedad,
a ése lo desenmascaró y lo derribó el Rey, dejándose matar por él.

¡Den gracias al Amor por su fidelidad, por la constancia de sus desvelos hacia sus hijos!
Porque Él no se encona, sino que sufre con el que sufre, aun en justo sufrimiento.
Malvados, absolutamente pervertidos, que transgredieron la ley conscientemente,
a sabiendas del mal que hacían y el castigo del que habían de ser merecedores,
sin excepción en toda la ley que les justificara, sin amor que les compadeciera.
Ellos levantaron la mirada al Padre, y gritaron desde sus entrañas: “¡Hemos pecado!”,
y el Padre no los abandonó. Su mano los sostuvo hasta aquel infierno de apagó.

¡Den gracias al Amor por su fidelidad, por la constancia de sus desvelos hacia sus hijos!
Pues hasta en las celdas más tenebrosas hizo penetrar el brillo de su Luz.
Habituados al mal, deformada ya su conciencia, plácidos en la inmundicia,
que viven sin otra ilusión que destruir, y por último, destruirse a ellos mismos.
Para ésos, despreciables en toda la humanidad, para ésos el Padre tiene oídos,
y para ésos arde el Amor en el corazón de Dios: ¡Tan grande es su misericordia!

¡Den gracias al Amor por su fidelidad, por la constancia de sus desvelos hacia sus hijos!
Que se proclame en toda la tierra el único asidero de salvación que no pone condiciones.
Los que navegan en ese mar de injusticias encubiertas, enriqueciéndose sin medida,
viendo las obras del Amor, sin embargo dicen: “nuestra barca es estable, no zozobrará.”
Pero la tormenta llega y sorprende a los sabios, los cálculos de los entendidos fallan.
Incluso estos calculadores que programan la extorsión en contra de la Justicia,
que se ven zarandeados por olas peligrosas, y al borde de la muerte mantienen su soberbia,
incluso éstos, si claman al Cielo, reciben respuesta, si dan paso a la Verdad que les denuncia,
si levantan el brazo de la humildad, sentirán cómo el Amor les sujeta. Palabras de gozo:
“No lo conocíamos, no sabíamos que existía. Ahora jamás nos separaremos de Él.”

¡Den gracias al Amor por su fidelidad, por la constancia de sus desvelos hacia sus hijos!
Que los que dirigen las naciones le conozcan en lugar de jugar a poderosos,
que los sabios le respeten, los que deciden los destinos de los hombres,
porque la humedad de la opulencia se evapora en la sequedad de la miseria injusta.
Ven cómo el arroyo se seca en verano, cómo el arbusto se desnuda en invierno,
y no ven cómo el tiempo espera pacientemente para pedirles cuentas de sus excesos.
Mas lo que el Amor siembra, aunque una losa de piedra le oprima, aunque el fuego prenda,
aunque carbonice todos sus brotes, lo que el Amor siembra siempre reverdece,
porque sus raíces penetran hasta lo más profundo del cosmos: la fuente de la Vida.

Muchos dicen ser sabios y creen entenderlo todo: ¡No entienden estas palabras!
¿Alguien pretende ser lúcido y no es capaz de ver lo que el Amor le muestra?
Por eso, sabios, eruditos, poderosos, mirarán y no verán, creerán poseer sin poder asir nada,
pero los humildes verán, alargarán la mano y tomarán lo que desde siempre les pertenece.

anterior

índice

siguiente