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En ti, Padre, centro mi mirada, toda mi esperanza en tus manos.
En el mundo los hombres se enajenan, se venden como mercancía,
renuncian a su dignidad e integridad a cambio de un puñado de oro.
Nosotros nos entregamos al que nos lleva a la máxima dignidad,
al que consolida nuestra integridad, al que nos mantiene erguidos.
Nuestra mirada está en ti, todas nuestras esperanzas en tus manos:
¡Apiádate de nosotros, Padre, que estamos saturados de desprecio!
¡Respiramos todo el día desamor y sarcasmo, nuestra alma se seca!
¡Llénanos de tu Amor! ¡Que la Vida misma brote de nuestro corazón!
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