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Dios protege a los suyos

Salmo 125

Los que confían en el Amor, ven cómo a sus pies se agrieta la tierra, y siguen su camino sin angustia, ven cómo en el barro su hunden sus pies, pero no se asustan pues saben que siempre existirá al alcance de su mano una rama a la que agarrarse.
Este Reino de Amor parece vulnerable, ¿dónde están sus murallas?, ¿dónde los abismos que la rodean para impedir que los ambiciosos entren a robar?
No hay murallas, no hay fosos ni centinelas.
Este Reino de Amor está demasiado cerca como para ser visto, es demasiado sencillo como para que los calculadores puedan encontrarlo, demasiado limpio como para que los fantasiosos puedan percibir su belleza.
Por eso es el Reino más fuerte, más inaccesible, más fortificado que pueda existir. Por su puerta estrecha pueden entrar fácilmente los pequeños: Los fuertes y poderosos no caben por ella.
Los ambiciosos no entienden que en este Reino pueda haber nada apetecible para ellos.
Los ambiciosos levantan fortificaciones e invitan a la gente a entrar. Les dicen “éste es el Reino prometido, desde nuestras estancias hasta la eternidad”. Pero se olvidan de que las ovejas del Buen Pastor conocen el timbre de su voz, no pueden ser engañadas permanentemente.
Sin esfuerzo, sin violencia, sin aspavientos, el Rey protege a los suyos, y espera e invita a los que no lo son a abrir los ojos a la blanca Luz de la Verdad del Amor.
Este Reino de Paz no se opone a nada y lo tiene todo, no puede sucumbir. ¡Bendita sea la ternura de nuestro Dios; su santo Nombre: Amor, ahora y por siempre!

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