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testimonio de la restauración

Salmo 126

Cuando mis opresores se dispersaron y yo vi cómo se abrían las rejas de las mazmorras y cómo las losas que nos aprisionaban se agrietaban y se rompían, me parecía soñar, no podía creer lo que estaba viendo.
Nuestros opresores eran fuertes, estaban provistos de todos los recursos y no había en ellos intención alguna de dejarnos en libertad. Por eso nuestra esperanza colgaba de un hilo que podía romperse en cualquier momento.
¡El Amor no nos abandonó! Todos habíamos de reconocerlo, haciendo honor a la verdad: El Amor hizo un milagro con nuestras lágrimas: Las reunió, una a una, hasta que llenó un aljibe con el que regó un campo de liberación.
¡Ahora vamos gozosos a recoger la cosecha de la Libertad!

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