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abandono en la Providencia

Salmo 127

Lo que mi Padre no impulse, eso se muere solo. Si mi Padre no pone su empeño, el empeño de los hombres, por sí mismo, apenas puede mantenerse durante el ciclo de tiempo que dure el entusiasmo de la fantasía.
Los hombres se esmeran, se fatigan, ponen todas sus energías en favor de una ambición. Alcancen o no alcancen lo que se proponen, si mi Padre no mira en esa misma dirección, todos los frutos obtenidos se pudrirán sin germinar nada nuevo.
Yo no le obligo a mi Padre a que empuje en la dirección que se me antoja, sino que más bien busco la dirección en la que Él empuja, para yo ponerme a su servicio. Entonces puedo dormir y descansar sin preocupaciones, que por pequeño que sea el fruto que yo pueda obtener, éste germinará y se multiplicará sin límites.
El grano de mostaza es muy pequeño, pero goza del beneplácito del Padre, por eso de él crece un árbol grande.
Que nuestro testimonio penetre en el corazón de nuestros hijos y ellos tomen el relevo de nuestras aspiraciones. Que el Reino crezca en lo invisible y que los hombres de fe que son capaces de ver lo que no es ostensible, nunca desfallezcan, que tengan la seguridad de que no existe nada sobre la tierra que no haya existido antes en el Cielo. Y nosotros no construimos sobre la tierra, sino que construimos el futuro imperecedero del Reino de Dios: Con Dios, en la dirección de la mirada y según el empuje de Dios mismo; que es el Amor, pues Amor es su santo Nombre.
El que actúe según estas palabras, no encontrará enemigo que pueda derribarle.

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