KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

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libro 1 - capítulo 1


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  Desde el Reino de los Cielos doy mi testimonio para gloria de Dios, pues sólo en Él yo me glorío.
Mi única inquietud es que sea Él quien ponga las palabras en mi boca, para que yo, que pretendo hablar en su Nombre, sólo sea fiel transmisor de su mensaje, y que nada de lo que yo diga proceda de mi condición humana, sino de la condición divina que el mismo Dios me ha concedido haciéndome hijo suyo por medio de nuestro Señor Jesucristo. 

Verdaderamente yo ya no soy de este mundo. Pero Dios no me arranca físicamente del mundo, y esto sólo para una cosa: Para que dé testimonio de su Amor en todos mis actos, en los pequeños y en los grandes, en los momentos de alegría y en los de tristeza, en los de plenitud luminosa y en los de precaria oscuridad. Y así ser Luz en donde quiera que Dios me sitúe y en las circunstancias que Él haya previsto para mí.

Por eso puedo decir que soy su siervo y puedo dar testimonio de su Amor: porque yo escucho su voz y Él escucha la mía. Lo que Él me pide yo se lo doy, lo que yo le pido Él me lo da. Y así, Padre e hijo, por medio de Jesucristo, vivimos en una constante comunión donde nada puede separarnos.
Éste es el Reino de los Cielos, ésta es verdaderamente la Vida eterna, porque una vez muerto al mundo en el espíritu, la muerte física no es sino una circunstancia más, que no sólo no nos separa, sino que nos une definitivamente.

Yo no doy mi testimonio para que el mundo se convierta, ni mucho menos para que me rinda honores, porque yo sólo me glorío en Dios. En el mundo verdaderamente soy un extranjero, nada me interesan sus luchas ni sus afectos.
El sol da su luz porque esa es su realidad. Ni podría iluminar si no fuera luminoso, ni podría apagarse por propia voluntad. Él ilumina, y el que salga afuera verá, y el que se esconda en lo oscuro no verá. Así, tampoco los hijos del Reino damos un testimonio en el empeño de cambiar las cosas. Desde nuestra debilidad aflora lo que hay en nosotros, y cualquier esfuerzo en dirigir la Verdad en la consecución de unos propósitos concretos inutilizaría la eficacia de nuestros testimonios.