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himno al Señor de la tormenta

Salmo 029

¡Rendid al Rey, hijos de Dios, rendid al Rey gloria y poder!
Rendid al Rey la gloria de su nombre, postraos ante el Rey en esplendor sagrado.

La voz del Padre resuena en el universo entero.
En el huracán y en la brisa. En el maremoto y en el arroyo.
La voz del Padre rompe la cima de un monte en un volcán;
la voz del Padre cuida de la flor más pequeña.
Desde el desierto sin vida, hasta el vergel más frondoso.

¿Dónde te encontraré, Padre?
¿Habré de aterrarme ante un terremoto para encontrarte?
¿Habré de enternecerme ante la sonrisa de un niño?
El Temor me lleva a buscarte, el Amor me permite encontrarte.

Nada es grande, nada es pequeño para Dios.
Los hombres se aterran por la insignificancia que desconocen;
luego caminan alegres al borde del abismo que creen conocer.
Nosotros, desde el Templo de nuestro interior, decimos: ¡Gloria a Dios!
El Amor da Vida al pueblo de la humildad:
el Padre bendice a su pueblo con la Paz.

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