KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

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libro 1 - capítulo 4


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  Unos se levantan y dicen: “yo soy el ungido del Señor”, otros, que han creído haber comprendido la sabiduría divina en su totalidad, dicen: “yo soy el iluminado de Dios”, otros: “yo soy el profeta enviado a encaminar al mundo por la senda de la rectitud”.
Levantan nuevas iglesias o grupos dentro de las iglesias, y ostentan haber encontrado la “verdad pura” de Jesucristo. Y proclaman explícita o tácitamente: “El que no está con nosotros, está contra nosotros”.
Han tomado para sí mismos un papel que sólo le corresponde a Jesucristo. No recogen, sino que desparraman, porque no es su intención conciliar la diversidad de culto en la Unidad de Dios, sino en la uniformidad de sus propios criterios.

El Mal no está en la uniformidad de criterios de cada grupo o de cada iglesia, porque cada semilla tiene su contorno. Pero la semilla da fruto al morir: En el sacrificio de la propia integridad por el Amor, ahí es donde Dios hace acto de presencia. El Amor crece en la integridad del ser, pero luego debe disolverse en la humanidad para poder impregnarlo todo, pues ¿qué otra cosa sino ésta hizo Cristo por nosotros?

Falsos ungidos, iluminados y profetas, que pretenden adueñarse del Poder de Dios para hacerse fuertes en la tierra: Se glorían unos en otros, y pasarán al último lugar del Reino de los Cielos. No sólo habrán de dar cuenta de sus culpas, sino que además habrán de justificarse en los pecados que han llevado a cometer a aquéllos que les han seguido.