KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

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libro 1 - capítulo 7


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  Dios no ilumina la soberbia de un hombre sino hasta que él sea capaz verla con humildad, porque la intención de Dios no es destruir a ese hombre, sino liberarlo.
Cada cosa tiene su tiempo, y Dios no juzga al hombre por rechazar la Verdad que él no es capaz de ver, sino por rechazar la que Él le muestra. Mientras él no la vea, no hay pecado, pero cuando el tiempo se haya cumplido, tendrá que entrar en la humildad si quiere mantenerse en la presencia del Señor.
Y no sólo esto es verdad, sino que además Dios no actúa a traición, siempre advierte a sus hijos, a los que le escuchan, de sus planes para con ellos, para se preparen y así no sean sorprendidos por lo inesperado.

Si yo veo lo que veo, no es porque Dios tenga conmigo unas confidencias distintas y personalizadas, sino que si yo soy capaz de ver lo que aquí escribo es porque esa Luz ya está resplandeciendo. Porque el tiempo de que resplandezca ya se ha cumplido.
Y tengo la seguridad de que mi testimonio no es distinto del de muchos otros hombres, siervos de Dios, que hablan en el mundo movidos por el Espíritu.

No somos nosotros, los siervos de Dios, los que cambiamos las cosas con nuestras palabras. Dios, lo que quiere lo hace. Pero no lo hace a escondidas para sorprender a los hombres cuando más confiados estaban. Todo lo hace abiertamente, con paciencia y misericordia.
El tiempo de la renovación ha llegado, y todo lo que haya de suceder, sucederá, al margen de la voluntad de los hombres. Aquéllos que entren en la humildad y abran sus corazones al Poder renovador de Dios, se mantendrán en su presencia, que todo lo hace crecer. Los que se encierren en sí mismos, se marchitarán.
Él es la vid y nosotros los sarmientos. Lo que da fruto, el Padre llega y lo poda para que dé más fruto, pero si algo se opone a ser podado porque se gloría en sus frutos en lugar de gloriarse en la vid, se secará y será arrojado al fuego.

Todos los testimonios de los siervos de Dios pueden ser destruidos, y a nosotros también se nos puede hacer enmudecer con la violencia. Pero eso es lo mismo que intentar taponar un volcán con un guijarro.