KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

      E

libro 1 - capítulo 7-a


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  El Mal hay que iluminarlo, pero no es necesario luchar contra él, porque él a la Luz no actúa.
Nosotros no podemos desviar nuestra mirada de lo alto, hemos desatar lo que nos limita y luego impulsarnos con fuerza hacia lo que nos eleva.
El Reino de los Cielos crece y crece y su Poder ya es sobrecogedor. ¿Cómo lo podemos saber?
Miremos al mundo: Las edificaciones materiales y culturales se levantan, se forman naciones gigantescas que caen, y nacen otras aun mayores. ¿Sobre qué están cimentadas las empresas del mundo? Sobre nosotros. Si ellas son grandes, es que nuestra magnitud en la pequeñez es aun mayor, porque ellos no pueden construir sin nosotros.
Ellos se esconden, pero nosotros los vemos tal y como son. Nosotros estamos a la Luz, pero ellos no nos ven ni entienden nuestras palabras. Construyen a ciegas sin saber lo que les sostiene.

Sobre lo insignificante se alza lo sólido. Lo insignificante permanece, lo sólido se deshace.
Ellos parecen unidos, pero no hay dos de ellos que se pongan de acuerdo. No están unidos ellos, los amalgama y yuxtapone lo que está detrás de ellos, que ha tomado posesión de sus espíritus y les maneja como a títeres.
Nosotros parecemos dispersos, pero existe una comunión entre nosotros, oculta a los ojos de los hombres, que no puede ser rota por nada del Cielo ni de la tierra.
Cuando la insignificancia del Reino haya crecido tanto, que pueda traspasar la ley y alcanzar la Nada, los cimientos sobre los que el mundo se ha levantado cederán. Porque esos cimientos somos nosotros mismos, el Reino de los Cielos.

Para alcanzar la Nada es necesario pasar por la muerte, que es dolor y sufrimiento.
Las iglesias deben buscar la purificación y la unión, tanto la unión interior como la de todas las iglesias entre sí, para que, cuando el tiempo de la humildad se haya cumplido, Dios las concilie en el Amor. No antes, ya que si la humildad no es plena porque el tiempo no se haya cumplido, la unión llevaría a la soberbia y a la prepotencia.
Entonces todas las manifestaciones cristianas se fundirán con la verdadera Iglesia de Cristo, y la Luz de Dios ya no podrá ser disimulada porque el mismo Cristo se manifestará a través de los hijos del Reino con fuerza arrolladora.
El dolor, el sufrimiento nos vendrá de parte del mundo, que nos perseguirá a muerte.
Y esta muerte nuestra será la destrucción de ellos, porque nos permitirá alcanzar la Nada y trascender físicamente hasta el Cielo. Trascendido el Reino desde el mundo hasta Dios, los cimientos del mundo habrán desaparecido, y todas sus edificaciones se vendrán abajo estrepitosamente.

Hombres, de entre los escombros, levantarán sus manos suplicantes, y los hijos del Reino los sacaremos de allí y nos los llevaremos con nosotros.
Éste será el tiempo de la Parusía. Cristo volverá, tal y como nos ha prometido. ¿Desde dónde?: Desde dentro, no desde afuera. Desde abajo, no desde arriba. Él es cimiento, no es edificación arrogante. Él es Amor, no es ley: porque el Amor es el dueño de la ley, es el Legislador eterno.