KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

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libro 2 - capítulo 04


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  Donde está el pecado, está la gracia de Dios. Donde el hombre se equivoca, resplandece la Verdad divina.
Dios no construye sobre mis aciertos sino sobre mis errores. Porque mis errores son signo de mi debilidad, y a través de la debilidad humana se manifiesta la Fuerza de Dios.
Yo no tengo miedo de equivocarme siempre que sea mi corazón el que hable desde la sencillez de lo que veo. Y de hecho me equivoco, como se han equivocado todos los hombres que han intentado plasmar con palabras los mensajes del Espíritu Santo.

Alabo la unidad y rechazo la uniformidad, pero ¿qué unidad no termina por uniformar a los hombres? Alabo la comunión y rechazo la reunión, pero ¿qué comunión no lleva a los hombres a reunirse? Alabo el Amor y rechazo la ley, pero ¿cómo se manifiesta el Amor si no es en la obediencia a la ley?
Cada cosa tiene su tiempo, y esto no es cosa solamente de las escrituras, sino de la sabiduría de todos los pueblos que han profundizado en el terreno de lo espiritual.
Nuestros padres amaban, por eso se ocuparon tanto de la ley. Hasta que la ley se hizo sólida y empezó a matar al espíritu: ahora conviene recordar que el Amor es el amo y que la ley está a su servicio.

Hay un tiempo para exaltar la obra maravillosa que ha hecho Dios en las distintas comunidades cristianas, y hay otro tiempo para la denuncia de sus pecados. Todo debe ser renovado, derruido y vuelto a levantar, para que los hombres no se apropien de nada y la única gloria que resplandezca sea la gloria de Dios.

Nada es firme sino Dios, sólo en Él conviene apoyarse. Los hombres se reúnen y construyen pilares que, al menos ocasionalmente, puedan sustituir a Dios. Construyen templos donde poder guardar a Dios para tenerlo a la disposición de ellos cuando les convenga. Estos templos son las instituciones, las ideas, los conocimientos, las normas, los ritos, pero Dios sale de estos templos y se vuelve a esconder. ¿Dónde?: en el corazón de los hombres, porque es allí donde Él quiere que le busquen.
Sólo hay un verdadero Templo para la adoración a Dios, y que a Él siempre le agrada: El interior desnudo del hombre.
El templo de Jerusalem cayó, para que los hombres sólo adoraran a Dios en Espíritu y en Verdad. Nosotros hemos levantado otros templos porque no nos da la gana de entrar en nosotros mismos: tal es el miedo a conocer nuestra propia realidad.