KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

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libro 2 - capítulo 09


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  En el redil del Señor los hombres viven libres, unidos en una comunión espiritual sostenida por el Amor. No hay otro Señor que Jesucristo.
En los rediles construidos por los pastores, los hombres se mantienen unidos por un sometimiento espiritual de unos a otros.
El redil del Señor pertenece al Cielo. El de los hombres, a la tierra. Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.

Cuando los hombres se reúnen y se someten unos a otros, hace aparición un dios, que no tiene vida en sí mismo, y que necesita de la unión para poder subsistir: Ya no hay hombres libres, ya el Amor de Dios no es pleno.
¿Dónde ha quedado el Reino de los Cielos, del que tanto habló Jesús en los evangelios? Ha quedado postergado para después de la muerte. 

El resultado inmediato es éste: Son necesarias las leyes, las normas de conducta, se hace necesario uniformar la forma de pensar y de sentir.
¿Quién suscita esta uniformidad? ¿Jesucristo? No, la suscita ese dios al que los mismos hombres, sin desearlo, han invocado.