KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

      E

libro 2 - capítulo 11


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  Mas, ¿no es también misión del pastor evitar que las ovejas se desvíen?
Cuando los hombres viven unidos en el Amor, una fuerza poderosa que baja del Cielo endereza lo que está torcido, tapa las grietas, mata los ídolos, separa el trigo de la cizaña.
Ocúpense los pastores de congregar y alimentar al rebaño, que Dios, que es el único dueño, hablará por sí mismo, sin intermediarios, en el corazón de cada una de sus ovejas.

El que se llame a sí mismo católico por Amor a los hermanos que Dios le ha acercado, bien está que lo proclame. Pero el que se llame a sí mismo católico, o luterano, u ortodoxo, y lo hace como signo de exclusión de las otras iglesias, ése está blasfemando, porque estará insinuando que Dios está con él y no está con los otros, es decir: que Dios toma partido por unos hijos y desprecia a todos los demás. Y aunque diga "yo no juzgo", está juzgando desde el momento en el que incluye a Dios en su propio sectarismo.

A Dios no le interesa la teología, ni se inmuta lo más mínimo ante corrección o incorrección de los formalismos rituales, ni mira la moral como un valor por sí mismo. No siente ninguna gratitud especial para con aquéllos que, adoctrinando las masas, creen que le están haciendo un favor.
Él sólo quiere una cosa: recoger a toda su familia para llevársela consigo. Pero esta familia no quiere reunirse: todos están peleados. Como los hermanos en el mundo se pelean ante una herencia importante y dan un espectáculo escandaloso, así nos peleamos los cristianos por la herencia celestial.