KYRIE ELEISON

     

aprisco

   

 

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libro 2 - capítulo 12


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  Los hombres se sienten vacíos, nada tiene sentido, y entonces invocan a Dios.
Él hace acto de presencia y todo se ilumina, lo que parecía muerto revive, nada carece ya de sentido.
Entonces dicen: “queremos disfrutar de la dulzura de la presencia de Dios para siempre”, y le levantan un templo hermoso y cómodo, para que Dios vaya a vivir con ellos.
Cuando el templo ha está acabado, Dios se va, y los hombres quedan otra vez vacíos.

Mas Él no les ha abandonado, sino que se ha puesto en camino y les llama con infinito Amor. Les dice: “Venid conmigo a mi Reino”.
Los hombres le preguntan “¿qué vamos a hacer con el templo que hemos edificado para ti, Señor?”
Él les responde: “dejadlo”.
Y eso duele. “¿Cómo vamos, Señor, a dejar atrás algo que nos ha costado tanto trabajo y privaciones?”
Dios insiste: “Dejadlo”.

Cristo se escogió un pueblo, y le dijo a Pedro: “Apacienta mis ovejas”, esto es: “Congrégalas y aliméntalas”.
Pero los hombres no están de acuerdo con la elección de Cristo. Quieren formar su propio rebaño, su propio “pueblo de Dios”.
Construyen templos amurallados en los que introducen a los hombres y les dicen: “por estar aquí dentro, tú eres elegido de Dios”. Dios les invita a salir de allí, a congregarse con el resto del rebaño, pero ellos no quieren: “Aquí está Dios, no necesitamos salir”.

¿Dónde está ese pastor que reúna las ovejas del Señor en un sólo rebaño?
¿Dónde, aquél que recoja a los suyos, los saque de ese templo y los lleve a reunirse con el resto de sus hermanos en el verdadero Templo?
Los muros de estos templos son las ideas y criterios. La puerta de acceso son los preceptos y consignas.
En sus altares invocan la presencia de Dios: quieren ser felices allí dentro, no les interesa la Vida eterna.